Transcripción de las palabras de la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, durante su participación en la Presentación del Libro “A 25 Años de la Declaración de Beijing, Las Mujeres, ¿en dónde estamos?” en la Cámara de Diputados

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Buenas tardes a todas ustedes, a mis distinguidas amigas aquí presentes en este presídium, en este lugar maravilloso que es la Cámara de Diputados, la representación más alta del pueblo de México, aquí, en esta legislatura paritaria, presentando hoy un libro maravilloso “A 25 Años de la Declaración de Beijing, Las Mujeres, ¿en dónde estamos?”.

Querida amiga Martha Tagle, querida Fabiola Loya Hernández, muchas gracias diputadas por la invitación, que puedo decir también de quienes me acompañan: la presidenta a de la Mesa Directiva de la Honorable Cámara de Diputados, Dulce María, la representante de ONU Mujeres; una gran comunicadora mi querida Alicia Alanís; la ministra Norma Lucía Piña a quien conozco desde hace muchísimos años, y que hoy ella ha continuado con los precedentes en la Suprema Corte de Justicia para ir avanzando en los derechos de las mujeres.

Hay veces que traemos algún discurso, mensaje en el papel, pero en esta ocasión es más la emoción, prácticamente para dejar a un lado estas palabras, este mensaje, y hablarles de esta declaración y plataforma de Beijín sobre la igualdad de género y del empoderamiento de las mujeres.

Si, Beijín, hace 25 años, 1995, año en que yo entré a la Suprema Corte de Justicia como ministra. Si Beijín, 1995, que consagró una frase maravillosa “Los derechos humanos son los derechos de las mujeres”; obviedad, no, no. Los derechos humanos no eran necesariamente los derechos de las mujeres.

Me van a decir; cómo, si todos los derechos humanos son para todas las mujeres, no era así. En 1967 cuando yo entré a la facultad de derecho, recuerdo con toda claridad, en mi primer curso de derecho civil, que era personas y familia en ese entonces, por cierto, eran de un año, por cierto, prácticamente no había escuelas privadas de derecho, la única era la Escuela Libre, que era una muy pequeña escuela, la Ibero estaba apenas estaba formándose, en ese entonces, que por cierto sus instalaciones eran muy precarias, incluso se cayeron con el temblor.

Pero era en la UNAM, la mejor universidad de América Latina, la que le daba la movilidad social, la capilaridad social, y la esperanza a todos los jóvenes del pueblo de México. En ese entonces en 1967 cuando yo entré a la facultad, recuerdo claramente que, para pasar el primer año de Derecho Civil, personas y familia, me tuve que aprender de memoria, porque en ese tiempo se tenía que aprender uno de memoria, no había el que el Safari ni Google, tener rápidamente acceso a todas las leyes y a toda la historia y a todo lo que contiene ahora esta maravilla de tecnología.

Me tuve que aprender de memoria las 18 causales de divorcio para declararlas inconstitucionales todas a 50 años de distancia de habérmelas aprendido. Así estaba el derecho.

Para que una mujer pudiera interponer un amparo se requería la autorización de su marido, también para contratar. El marido era el administrador de la sociedad conyugal, y además establecía el domicilio conyugal sin que la mujer pudiera negarse siquiera a decir que no podía estar en ese domicilio, más que por razones de salubridad.

Los padres de la mujer y de la madre eran los segundos en poder tener la patria protestad y la custodia de sus nietos, primero eran los padres del varón, del marido. La mujer no podía darles la nacionalidad a sus hijos que nacían fuera del territorio nacional, a menos que, decía la Constitución, a menos que fueran hijos de padre desconocido y el hombre si podía darles la nacionalidad a sus hijos nacidos fuera del territorio nacional.

Y puedo recordar cientos de normas en donde la simetría, la discriminación, la inequidad, la diferencia entre hombres y mujeres era patente, era normativa, era contundente. Imaginémonos que las mujeres podían interponer el amparo en contra de la sentencia de divorcio y tenía que pedirle autorización al marido para poder interponer el amparo.

Entonces lo que Beijín decía hace más de 25 años, todos los derechos humanos son para todas las mujeres, categóricamente eso no era exacto, había que avanzar mucho.

Por eso yo, en mi vida me siento tan satisfecha, tengo más de 55 años de luchas por estos derechos, 55 años es una vida.

Luchas por los derechos de las mujeres en la igualdad y ahora estar tan satisfecha y tan contenta de ver esta legislatura paritaria, que luchó por la paridad y que los partidos políticos tuvieron que, ni modo, les tocaba igualdad también en las candidaturas a gobernadoras, si esto no hubiese venido de ustedes, saben cuántos años más nos hubiéramos tardado en tener otra u otras dos o tres gobernadoras, muchísimos, muchísimos años.

Recuerdo también que una de mis primeras resoluciones, muy aguerrida, por cierto, fue a propósito de igualdad, fue la violación entre cónyuges, el reconocimiento de que, entre cónyuges, por supuesto, podía haber violación. La corte habría mantenido en su jurisprudencia los recedentes, que cuanto más, que cuanto más habría sido el abuso de un derecho, como si se tratara de una propiedad. Porque solamente el derecho civil puede hacer uso o abuso de un derecho patrimonial, pero de una persona.

En esa sentencia recuerdo, por primera vez hablada de la autonomía a sexual de la mujer, del libre desarrollo de la personalidad y si hablara, también, de la autonomía de su sexualidad. Les estoy hablando casi de Beijín 1995.

Dónde estamos ahora, pues estamos aquí, estamos en una legislatura paritaria, estamos en normativas diferenciadas, igualitarias, y ahora que nos falta, este libro maravilloso.

Saben que nos falta, la realidad sustantiva, no normativa, nos falta la consideración a la reconsideración de nuestro valor como mujeres y de rescatar aquello que siempre nos fue negado.

Recuerdo la historia de la doctora Montoya, la primera mujer médica, cuanto trabajo no le costó, si quiera que le dieran la oportunidad de presentar su examen profesional, ¿Cuántas ingenieras? Cuando yo estudié derecho el 10 por ciento era la matrícula de la facultad de derecho, 10 por ciento.

Hoy, dónde estamos, en el 52 por ciento de la matrícula de la facultad de derechos en la UNAM. ¿Qué ha cambiado? Han cambiado muchas cosas. ¿Qué nos falta? Un largo camino, un largo camino de reconocimiento, un largo camino de realdad sustantiva, de igualdad.

No me quiero tomar mucho más tiempo, solo decirles a mis queridas amigas que la colaboración entre ella y el Instituto Mexicano de Estudios sobre el Poder Legislativo plasmó en esta obra una memoria histórica de casi 50 años, y en ella se desarrollan, precisamente, las instituciones de la normativa internacional de la declaración de Beijín sobre la igualdad.

Nos faltan muchas mujeres mis queridas amigas, muchas mujeres que tienen que vivir en la igualdad, muchas mujeres que no pueden seguir siendo violentadas y menos llevadas a esa violencia extrema que es el feminicidio por la asimetría, por el sistema patriarcal, por el machismo, por la violencia de género.

Un largo camino para este libro, a esta la memoria histórica.

La obviedad de que todos los derechos humanos son de todas las mujeres no era tal, pero vamos hacia él, ya es una realidad.

Muchas gracias.

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