La seguridad alimentaria: ¿por qué nos preocupa?
Inestabilidad política, un factor que amenaza la seguridad alimentaria
Por: Leonel Ramírez Farías
Ciudad de México. 21 de mayo de 2018.- En el mes de marzo el semanario inglés The Economist publicó el ‘Índice Global de Seguridad Alimentaria‘ (Global Food Security Index, 2017). Un ejercicio académico que complementa el reporte que anualmente publica la Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación de las Naciones Unidas (FAO).
Es un documento muy completo y objetivo. Y el de 2017 incorpora por primera vez el impacto que el cambio climático tiene en la seguridad alimentaria.
A diferencia de la FAO, la cual estima el indicador en función del porcentaje de habitantes en situación de inseguridad alimentaria, este índice permite un análisiscomparativo entre 113 países seleccionados por el tamaño de su economía y población. Otra diferencia es que además del acceso a la alimentación, al cual la FAO le da mucho peso, pondera también la disponibilidad u oferta de alimentos, así como la calidad y la existencia de una red institucional de protección a la población vulnerable. En 2017 se adicionó un cuarto grupo de indicadores relacionados con la capacidad de los recursos naturales (agua, tierra, bosques) y los ordenamientos institucionales existentes para afrontar los efectos del cambio climático como inundaciones y sequías intensas. Estos últimos indicadores se utilizan como variable de ajuste al índice general que únicamente utiliza los tres grupos ya señalados.
Antes de comentar la posición de México en dicho índice, reproduzco lo que a mi criterio son los hallazgos más relevantes.
El primero es que después de cuatro años de mejoras continuas, en 2017 la situación alimentaria mundial se deterioró. Posterior al largo periodo de precios bajos y niveles de producción récord, el bajo crecimiento económico, la creciente desigualdad, los conflictos políticos y la migración forzada, redujeron la capacidad de muchos países para el logro de seguridad alimentaria.
El segundo es que cuando al índice se le ajusta por riesgos climáticos, ningún país mejora. Lo cual obliga a repensar la forma en que se están afrontando los efectos del cambio climático en la agricultura. De hecho, la FAO estima que al 2030 se requerirá atender a 35 millones de personas adicionales a las 120 millones originalmente estimadas, dada la alta probabilidad de caer en condiciones de extrema pobreza, principalmente por los efectos del cambio climático en la agricultura.
La posición de México
Dentro de la región del TLCAN, México se ubica en una situación de amplia desventaja respecto de sus vecinos y socios comerciales. Los Estados Unidos, segundo en la tabla (84.6/100), fue desplazado del primer sitio por Irlanda (85.6/100). Nuestro otro socio, Canadá (82.2/100), ocupa el noveno lugar. Y México, a pesar de estar entre los países que mejoraron respecto de 2016 (+0.2), se ubica en el lugar 43 (65.8/100), más abajo que Argentina (67.3), Brasil (67.7), Costa Rica (69.3), y Uruguay (69.7).
Hay dos razones de importancia por las que México no comparte lugar dentro de los 10 primeros países más equipados para ofrecer seguridad alimentaria a su población.
La primera de ellas tiene que ver con la inestabilidad política, un factor que amenaza la seguridad alimentaria. Ejemplifica con cinco países, entre ellos a México y su protesta interna contra la corrupción; a los Estados Unidos y su campaña anti-migratoria; a Rumania, donde se dieron fuertes protestas por la despenalización de los delitos de corrupción gubernamental; a Birmania por sus recientes acciones violatorias de los derechos humanos (genocidio de la minoría “rohingya”) a manos de la fuerza militar y a Serbia, donde han resurgido las tensiones étnicas.
La otra variable es que México se ubica dentro de los países con alta dependencia a las importaciones. Aquellos países con menor dependencia a las importaciones de alimentos son los más aptos para resistir los efectos del cambio climático. Lo decíamos en nuestro artículo anterior, la subida en las importaciones mexicanas de granos forrajeros para la producción de cárnicos y su alta dependencia del mercado norteamericano es una señal de alarma que pocos o nadie escucha.
No todo está mal
La buena noticia es que, de acuerdo a la publicación, el nuestro es de los pocos países que cuenta con un esquema completo de administración de riesgos. Es por ello que su posición en el índice general, una vez ajustando por el riesgo climático, lo mantiene en el lugar 43. El reporte no detalla de qué instrumentos se trata, pero se refiere a los programas de atención a eventos catastróficos del sector agropecuario (seguro catastrófico), el esquema privado de seguro agropecuario y al Fondo Nacional de Desastres Naturales (FONDEN). Otros países con esquemas completos de atención a emergencias catastróficas son Canadá, Australia, Costa Rica, Sudáfrica, Tailandia y la República Checa. Inclusive, los Estados Unidos tienen el esquema más grande y moderno de seguro agropecuario, éste no ha sido, de acuerdo al reporte, complementado con instrumentos que atiendan situaciones catastróficas o de emergencia.
Cuando se mide sólo la capacidad de nuestras instituciones y recursos naturales para afrontar el riesgo climático, la posición de nuestro país se desploma al lugar 88. Esto quiere decir que, a pesar de tener buenas herramientas de administración del riesgo climático, el nuestro es uno de los países más expuestos en el mundo a eventos como inundaciones, sequías, altas temperaturas y lluvias severas.
Dos conclusiones
Una: de acuerdo al reporte ‘El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el Mundo, 2017′ editado por la FAO, el número de personas subalimentadas en el mundo ascendió a 815 millones de personas en 2016, en comparación con los 777 millones de 2015. En tanto que la prevalencia de la subalimentación aumentó hasta el 11% en 2016. La cifra sigue siendo inferior a los 900 millones de personas subalimentadas registradas en el año 2000, pero es motivo de gran preocupación, ya que desde mediados de 2014 se registra un incremento de la inseguridad alimentaria. De ahí que estime como muy improbable alcanzar la meta establecida por la FAO de “hambre cero” para el 2030, máxime si los riesgos del cambio climático no se atienden o administran de manera global. Mucho menos si en el mundo siguen presentándose tensiones políticas y socioeconómicas.
Dos: invertir en un modelo agropecuario que impulse una menor dependencia a la importación de alimentos no es, ni mucho menos, un asunto trivial, lo que nos lleva a repensar la interrelación entre los conceptos de ‘seguridad alimentaria’, “autosuficiencia” y “soberanía”, tema del cual escribiremos en nuestra próxima participación.