Inicia última etapa del proyecto de conservación del Relieve de Placeres, en el Museo Nacional de Antropología.

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Son pocos los recintos culturales del mundo que, como el Museo Nacional de Antropología (MNA), albergan piezas como el Relieve de Placeres, un friso maya de 8.39 metros de largo por 2.48 metros de alto, el cual abreva de una controvertida historia de saqueo, cuando en los años 60 fue cortado en pequeños fragmentos para venderlo en Nueva York.

Las y los restauradores del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que este 2022 emprenden la tercera y última etapa de un proyecto de conservación, iniciado hace cuatro años por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, buscan presentar el bien cultural en la Sala Maya del emblemático recinto, con un aspecto nunca visto, el cual esperan sea lo más cercano a su estado original.

Lo anterior debido a que el relieve ha sufrido alteraciones en su aspecto, derivado de diversos factores, entre ellos las producidas al momento en que los saqueadores lo robaron hace 54 años y lo cubrieron con un polímero llamado Mowilith para evitar disgregarlo y poder dividirlo en 48 fragmentos que, a su vez, fueron embalados y transportados a Estados Unidos en avioneta, vía Miami.

El segundo factor, explicó el restaurador-perito del MNA y coordinador del proyecto de conservación, Sergio González García, se produjo luego de su repatriación en 1969 ­–lograda por el aviso que el entonces director del Museo de Arte Metropolitano de Nueva York, Thomas Hoving, dio al titular del MNA, Ignacio Bernal–, al haberse ensamblado sin recibir una limpieza adecuada, usando la información que entonces se tenía y restituyendo sus segmentos faltantes, así como sus colores a partir del tono producido por el polímero.

El primer paso del proyecto, en el cual participaron expertos de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH y del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), consistió en un registro fotográfico y un análisis químico de los materiales y de la técnica de manufactura.

“Los expertos encargados de esta fase –coordinados por los restauradores Nora Pérez Castellanos y Armando Arciniega Corona, del IIE y la CNCPC, respectivamente– identificaron que los pigmentos usados en la policromía del relieve son óxidos de hierro en distintos grados de oxidación para los colores rojos; negro de humo para las pupilas de los personajes; y blanco a la cal para uñas y otros detalles en los ojos”.

La segunda fase consistió en la estabilización estructural de la pieza, lo que implicó la renovación del entramado metálico que le sirve de soporte y que databa de 1969, cuando el restaurador Carlos Sigüenza se lo colocó para reforzar y mostrar los 48 fragmentos como una unidad.

 

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