Celebra la UNAM 30 años de Estudios de Género

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Con el foro “Triangulaciones activistas y académicas: (re) pensando al feminismo contemporáneo”, iniciaron los festejos por las tres primeras décadas del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG) -antes Programa Universitario de Estudios de Género (PUEG)- de la UNAM, actividad con la que se busca hacer particularmente visible las voces de las estudiantes, las jóvenes feministas, expresó la directora de esa entidad académica, María Isabel Belausteguigoitia Rius.

De igual manera, sus posibles triangulaciones con activistas académicas y académicas activistas consolidadas. “Hemos relevado la figura del triángulo para esta celebración por varias razones: la más evidente es la triada de décadas”, enfatizó.

El triángulo de academia, activismo y estudiantes tiene tres ángulos, lados y posturas. “Con la invitación a triangularlas queremos establecer que nuestra intención tiene tres horizontes, que invitamos a la conversación, la confabulación y, sobre todo, a la cooperación política, pedagógica y estratégica”, abundó.

Belausteguigoitia Rius dijo que en la actual Rectoría, además de la transformación del PUEG en el CIEG de la UNAM, se ha dado cumplimiento a numerosas demandas, protocolos, órganos de vigilancia, y “creo que tenemos el sistema de género más completo de todo el mundo”.

Feminismo como objeto de estudio

Al hacer uso de la palabra, Leticia Bonifaz Alfonzo, académica de la Facultad de Derecho e integrante de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés) de Naciones Unidas, subrayó que el feminismo cabe como objeto de estudio en diversas disciplinas como la Sociología, el Derecho o la Antropología.

Una de las cuestiones que veo más complejas, opinó, es la falta de entendimiento entre los feminismos “porque no nos estamos escuchando, hay ruido, muchas voces, e inmediatez y ‘conocimiento recortado’ en las redes sociales”.

Gisel Tovar Cervantes, jefa del Departamento de Prácticas Artísticas, Escritura y Autoedición del CIEG y profesora en la Facultad de Filosofía y Letras, aseveró que la nota roja, las redes sociales, la visibilidad de casos de violencia y desaparición, se han encargado de “reproducir y contagiarnos con la parálisis del miedo y el horror”.

Social y culturalmente la rabia es una emoción incómoda, no permitida ni bien vista en ellas, porque hace públicas las fallas y omisiones del Estado. Pero ¿cómo no sentir dolor y rabia cuando a diario desaparecen 10 mujeres en el país?, cuestionó. El enojo presente en las protestas feministas de la cuarta ola ha demostrado ser “una fuerza fundante que ayuda a transitar la parálisis del dolor para sostenernos”.

Pero hay que ser autocríticas con sus usos, potencias y límites “porque corre el riesgo de quedarse en una rabia visceral, no transitada y que actúa sin alianzas, sin compañía ni conexión, que puede cegarnos y no dejarnos encontrar otras posibilidades de accionar”. Es imprescindible apostar al triángulo entre academia, arte y activismo, concluyó.

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