Reconocen labor de 20 años de la ENAH en el resguardo y atención del Fondo Bibliográfico José Toribio Medina
Hace 20 años, con apoyo de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), se trasladó a esta casa de estudios el Fondo Bibliográfico José Toribio Medina, del Instituto Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), un acervo compuesto por 233 mil títulos, entre libros, publicaciones periódicas y otras obras cuya temporalidad va de los siglos XVI al XX. Como agradecimiento a la labor de resguardo de esta colección por parte de la Biblioteca Guillermo Bonfil Batalla, adscrita a la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), autoridades del IPGH entregaron en días pasados una placa conmemorativa al personal del repositorio.
El reconocimiento resalta no solo el resguardo dado al fondo, sino la continua atención en su conservación, catalogación, digitalización y consulta al público, destacó el director interino de la ENAH, José Luis Castrejón Caballero, al puntualizar que la placa conmemorativa no solo celebra las dos décadas del acuerdo entre ambos organismos, sino también el 85 aniversario de la Biblioteca Guillermo Bonfil Batalla, este 2023.
Como parte del evento, el secretario general del IPGH, Antonio Campuzano Rosales, quien también es mayor e historiador retirado de la Secretaría de la Defensa Nacional, ofreció una conferencia en la que evocó la Batalla del 5 de Mayo de 1862, desde la óptica militar. En su análisis abordó las causas que precedieron a la Intervención Francesa, entre las cuales citó la delicada situación de la economía mexicana tras la Guerra de Reforma, así como la voluntad de Napoleón III, emperador de Francia, de instaurar un protectorado en América que sirviera como un freno al expansionismo territorial de Estados Unidos.
“En 1862, México combatió con los mismos hombres y el armamento con el que luchó contra los estadounidenses en 1847, por lo que cabe preguntar: ¿por qué se ganó una guerra y se perdió la otra?” La respuesta de Campuzano Rosales es que la diferencia fueron los cuadros de mando del ejército y el gobierno. “Ya no estaba Santa Anna sino un gran líder, Benito Juárez, y un excepcional estratega, Ignacio Zaragoza”.
Si bien tanto las fuerzas liberales como las francesas combatieron casi con el mismo número de efectivos –5,434 y 5,368, respectivamente– había diversos factores que auguraban un triunfo europeo, dado que su ejército era de soldados profesionales, en contraste con tropas mexicanas reclutadas en su mayoría por leva, es decir, forzadas a luchar. No obstante, el 5 de mayo, comentó el historiador, estuvo marcado tanto por la arrogancia del general Charles Ferdinand Latrille, conde de Lorencez, como por la pericia de Ignacio Zaragoza.
Y es que “a pesar de que, días antes de la batalla, había sido enterado de la muerte de su esposa y la orfandad de su hija”, el militar mexicano supo leer el reacomodo de los invasores y posicionar a sus brigadas: una de caballería, al mando de Antonio Álvarez, y cuatro de infantería, a cargo de Miguel Negrete, Felipe Berriozábal, Francisco Lamadrid y Porfirio Díaz.
En contraste, “Lorencez cometió dos grandes errores: el primero, no estudiar tácticamente el terreno e ignorar que existía un declive en el campo que mediaba entre los fuertes de Loreto y Guadalupe y su cuartel general, lo que ralentizó su avance y expuso a sus hombres a un mayor cansancio; y segundo, haber colocado sus cañones lejos de los fuertes, lo que hizo que su bombardeo no pudiera causar grandes daños a las posiciones mexicanas”.
La batalla, concluyó Campuzano Rosales, se libró desde las 11:00 de la mañana hasta las 4:30 de la tarde, y más allá de rechazar a los franceses y retrasar su invasión por un año, “tiempo que permitió al gobierno de Juárez preparar una defensa apropiada”, significó un hito en la historia nacional, pues por primera vez, “México cobró conciencia de que podía vencer a una potencia invasora del tamaño y la reputación de Francia”.