TRABAJO SOCIAL CON ESPECIALISTAS FORTALECE EL TEJIDO EN LA COMUNIDAD
Son conocedores de primera mano de la realidad social. Uno de los problemas principales en los que interviene el experto de Trabajo Social es en la atención individual y grupal a víctimas de violencia familiar, en redes sociales y en la trata de personas, problemáticas que se han exacerbado durante la pandemia y que flagelan a la sociedad, en particular a mujeres, niñas, niños y adolescentes, que representan más de 35 millones de jóvenes, de 18 a 29 años de edad.
Sinónimo de cambio y transformación, promueven activamente el desarrollo y potencial de las personas. Su formación, a diferencia de otras disciplinas, está relacionada directamente con el bienestar social. La fortaleza de este gremio radica en el compromiso social y la capacidad de empatía hacia los otros, además de la instrucción académica que les brinda la posibilidad de tener una visión integral y global de los problemas sociales.
Lo anterior, de acuerdo con Carmen Casas Ratia y Aída Valero Chávez, directora y académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM, respectivamente, quienes además consideran que por su perfil multidisciplinario, interdisciplinario y transdisciplinario quienes ejercen la profesión son especialistas únicos, capaces de detectar las necesidades sociales y realizar intervenciones individuales, grupales o comunitarias con un enfoque integral.
Para la directora de esa entidad académica, la importancia de esta profesión radica en la diferencia de intervención social que realiza en relación con otras disciplinas. Es decir, trascender en los lugares en donde se encuentran las necesidades, reconocer los contextos e incidir en ellos; en las familias, comunidades, centros de atención e instituciones, así como en aquellos espacios en donde se encuentran las infancias, juventudes, personas mayores, mujeres, comunidad LGTTBIQ+; las personas migrantes, refugiadas, repatriadas e indígenas, entre otros grupos en condición de vulnerabilidad.
También al realizar investigación, diagnósticos, planes, programas y proyectos, hasta incidir en la política pública que se dirija a construir una realidad distinta que fortalezca el tejido social en situaciones dañadas por los índices de pobreza, necesidades y violencias.
En tanto, Aída Valero resalta que la intervención del trabajador social es polifacética y requiere de creatividad. “Estamos ahí como orientadores, promotores y sensibilizadores en torno a todos esos problemas que afectan a los que menos tienen”.
La especialista universitaria, con cerca de 50 años de experiencia profesional y para quien la academia ha sido un nicho de desarrollo, alude que los integrantes de este gremio laboran con nuevos modelos de intervención, estrategias metodológicas por problemática y vulnerabilidad, todo ello de manera individual, familiar, grupal y comunitaria.
Grupos de atención
Casas Ratia destaca que en medio de la crisis sanitaria los jóvenes de 18 a 29 años de edad son el sector poblacional más afectado porque son el grupo etario con mayores contagios de la COVID-19 y de niveles de desempleo, o que aceptan malas condiciones laborales.
“Enfrentan un enjambre de daños que deben desmontarse y atenderse de inmediato, como violencia familiar, deserción escolar, implicaciones legales y psicológicas por el deceso de un familiar y, en muchos casos, la consecuente orfandad, además del abuso en el consumo de alcohol y drogas”, agrega la especialista.
Se trata de más de 35 millones de jóvenes en ese rango de edad y un grupo que debemos seguir cuidando de flagelos como las violencias y las adicciones, las cuales se exacerbaron con el confinamiento. “Lo que se haga o deje de hacer en beneficio de esa población en los próximos meses, será determinante para el porvenir de estas generaciones”.
Al respecto, Valero Chávez expone que, además, es primordial el papel de orientación del trabajador social para la prevención de contagios por la COVID-19 en ese grupo poblacional, “quienes son nuestro foco de atención. Tenemos por delante un trabajo comunitario intenso de orientación en torno a la severidad de esta enfermedad, pero también sobre los principales problemas que éstos enfrentan”.
Con motivo del Día Nacional de las y los Trabadores Sociales, que por primera vez se conmemora de manera oficial el 21 de agosto, tras un decreto publicado el 2 de junio en el Diario Oficial de la Federación, ambas académicas expresan que este es un momento importante para darle a esta vocación el reconocimiento que merece, y le proporciona un estatus diferente. Tras un proceso legislativo que inició en el Senado de la República y concluyó en la Cámara de Diputados, el 28 de abril de 2021 el Poder Legislativo oficializó el hecho histórico.
Profesión que marca la diferencia
Sin embargo, precisa Casas Ratia, depende de la labor de quienes se desempeñan en esta área “el valor y reconocimiento que se haga hacia el Trabajo Social como una profesión que marca una diferencia en los estudios, diagnósticos, la investigación y en la intervención en las realidades y los problemas sociales”.
Resalta que de la ENTS egresaron profesionales quienes imparten cátedra en aulas universitarias de instituciones públicas y privadas, y son, además, legisladores o directivos en dependencias gubernamentales.
Esa conjunción entre academia y desempeño laboral, de la mano de colegios y asociaciones del gremio, “nos permite seguir consolidando una formación metodológica que asegure las intervenciones a partir de tres vertientes principales: respeto a los derechos humanos, inclusión y perspectiva de género”.
Al mismo tiempo, la profesora-investigadora, Aída Valero llama al gremio a no hacer de lado el compromiso social que les caracteriza, “prepararnos, analizar qué nos deja en estos tiempos la COVID-19 desde el punto de vista social y por tratarse de una nueva enfermedad cuyos efectos y secuelas aún están en estudio; pero también mantenernos actualizados e informados sobre los avances de la medicina preventiva y, sobre todo, no perder de vista ese sentimiento de empatía hacia los otros”.
El paso en la historia
En México esta profesión se desarrolló paralelamente con la consolidación económica y política del país, caracterizada por una vocación de ayuda y asistencia. De 1933 a 1980 se crearon 61 escuelas, de las cuales 66 por ciento fueron fundadas de 1968 a 1978, la mayoría ofrecía una formación técnica. La primera institución educativa fue la Escuela de Enseñanza Doméstica de la Secretaría de Educación Pública, instituida en febrero de 1933.
De 1948 a 1949 el Hospital General de México incorporó la figura de la trabajadora social para brindar atención en los servicios de admisión, consulta externa, urgencias médicas, medicina preventiva, oncología y relaciones públicas. Con el transcurso de los años el número fue en aumento, de acuerdo con las necesidades técnicas y administrativas de los diferentes servicios.
El 21 de agosto de 1954 se celebró por primera ocasión el día del Trabajador Social, y en 1955 se incorporó esta figura en la Ley Orgánica del Instituto Mexicano del Seguro Social, promulgada ese mismo año.
En 1967 la Universidad Autónoma de Nuevo León estableció la primera escuela que elevó el nivel académico de técnico a licenciatura, mientras que en 1968 la UNAM hizo lo conducente y en 1973 se creó la Escuela Nacional de Trabajo Social, independiente de la Facultad de Derecho.
En la actualidad la ENTS de la UNAM atiende una matrícula cercana a tres mil alumnos: 580 varones y dos mil 403 mujeres. Además, el número de alumnas y alumnos que ingresan en las modalidades abierta y a distancia se incrementó paulatinamente. Por ejemplo, en 2003 había 70 inscritos en la modalidad a distancia y en 2021 la cifra aumentó a mil.
Asimismo, de acuerdo con el Instituto Mexicano para la Competitividad, en el país existen 133 instituciones educativas públicas y privadas, en las que se imparte Trabajo Social.