Él es la agenda

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Por Javier Solórzano Zinser

Martes 17 de julio de 2018.- López Obrador no sólo impone la agenda; en sentido estricto, no es exagerado decir que él es la agenda misma. Lo que haga y no haga es la noticia y merece toda la atención de los medios de comunicación y las redes.

Estamos en el momento en que todo lo que tenga que ver con López Obrador es noticia; falta que los medios lo sigan hasta el interior de su casa. Su sola presencia es la que determina la agenda. Estamos al mismo tiempo en terrenos en los que, por un lado, existe una agenda temática, y por el otro, la sola presencia del futuro Presidente determina vida y dinámica de los medios.

Así como en la campaña todo lo que tenía que ver con López Obrador era la “nota”, hasta parecía candidato único, estos días ya como presidente virtual, sigue siendo el abrumador eje, ahora corregido y aumentado. No se ve, ni por asomo, al Presidente Peña Nieto, de no ser por sus declaraciones después de participar en una carrera.

El problema que puede estar gestándose, ante una presencia tan contundente como la de AMLO, es que entremos en los peligrosos y riesgosos terrenos del culto a la personalidad. El sociólogo de las religiones, Bernardo Barranco, ha alertado sobre ello.

En varias ocasiones ha planteado no sólo el tema del culto al personaje, también se refiere a los temas religiosos que conlleva la forma en que mucha gente lo ve e invoca, a la cual el propio tabasqueño le da por asumir.

Se ha creado la idea, en mucha gente, de que es capaz de resolver todos lo problemas que tenemos; este pensamiento ha permeado particularmente en los sectores populares.

López Obrador ha provocado muchas sensaciones, reacciones y emociones. Independientemente de las razones de los ciudadanos para votar por él, está claro que el voto obedeció al hartazgo y a la alternativa que ofreció el candidato de Morena.

El tabasqueño ha ido adquiriendo una dimensión atractiva, con dosis de esperanza, incluso entre quienes no votaron por él.

Su sola presencia lo convierte en la agenda. Se habla de él, aunque sean otros en su entorno quienes toman la palabra; a veces hasta pareciera que está presente, aunque esté ausente. Los devaneos de algunos medios de comunicación lo reflejan.

Desde la campaña, mucha gente lo empezó a seguir frenéticamente, la relación entre muchos ciudadanos y López Obrador se ha ido definiendo en  los terrenos de las emociones y la esperanza.

En la campaña, y ya como ganador de las elecciones, mucha gente lo ve cerca de la idolatría, se arremolinan en su entorno con tal de acercarse, y si se puede, incluso tocarlo.

Para López Obrador todo esto debe ser un reto mayúsculo. Por más que lo vean como una especie de mesías, o algo parecido, está obligado, como Presidente, a no perder de su radar cotidiano el riesgo que conllevan los temas cercanos a la religión y sus derivados.

Va a ser Presidente y esto lo obliga a cumplir obligaciones para todos, no sólo para quienes lo idolatran y le otorgan dosis mesiánicas.

RESQUICIOS.

Así nos lo dijeron ayer.

Fluvio Ruiz, especialista en temas energéticos: no he tenido ningún contacto respecto a los rumores de que pudiera a ser director de Pemex, nadie ha hablado conmigo.

López Obrador no ha hablado de cambios a la ley. La reforma aprobada originalmente ha sufrido cambios importantes de fondo. No se ve que se vayan a presentar cambios constitucionales. Con lo que se ha hecho, el Gobierno es quien decide con quién se puede aliar Pemex. Dentro de las prioridades legislativas, ya se vio que no está un cambio constitucional en la materia. Se discuten los contratos, no la reforma.

Las cifras sobre los contratos tienen algo de fantasiosas. Para que sea un gran negocio, es que todo termine en producción; no todas las reservas dan para alcanzar las cifras de las que habla el Secretario de Energía.

Las inversiones en refinerías van a salir muy caras, es un tema de seguridad, más que de negocios. Los precios de la gasolina se van a mantener. Veremos en tres años.

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