La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través del Museo de Arte Moderno (MAM), presentan “Joy Laville. El silencio y la eternidad”, exposición que se enmarca en el centenario del nacimiento de la artista Joy Laville.
Dicha muestra fue inaugurada por la subsecretaria de Desarrollo Cultural, Marina Núñez Bespalova, con la representación de la secretaria de Cultura federal, Alejandra Frausto Guerrero, la directora general del Inbal, Lucina Jiménez López; la directora del MAM, Natalia Pollak, y el hijo de Joy Laville, acompañados de amigos y personalidades de la comunidad artística.
Tras agradecer a quienes hicieron posible presentar de nuevo a Joy Laville en este recinto, la subsecretaria Marina Núñez Bespalova recordó que la artista estuvo hace casi 10 años en el Museo de Arte Moderno en una retrospectiva, y “ahora vuelve con gran número de obra inédita y eso no hubiera sido sin la voluntad, el amor y el ánimo de otras instituciones y personas que han apoyado eso.
“Es una de las exposiciones en las que el cariño hacia la artista se nota. Eso hay que vivirlo, agradecerlo y disfrutarlo”, comentó Marina Núñez, quien refirió que gracias al proyecto Chapultepec, Naturaleza y Cultura, el MAM puede recibir la obra de Joy Laville. “Ahora —dijo— recibimos de una manera mucho más digna y mejor estos malvas, estos azules que tanto le gustaban a ella, los verdes, estos tonos pastel que envuelven toda su obra. Visitar, ahora, el espacio va a ser también vivirlo”.
La directora general del Inbal, Lucina Jiménez López, expresó que, “esta inauguración tiene para nosotros un gran significado” y agradeció a “por habernos permitido adentrarnos al mundo de Joy Laville, quien para México significa en verdad una presencia constante y rotunda, porque contribuyó desde esta disciplina y desde esta creatividad, a encontrar la autonomía de lo artístico en México”.
Destacó que la artista “se inspiró en un paisaje mexicano donde fue capaz de encontrar una sutileza, tanto en la forma como en el color, y a devolvernos un México que, tal vez no habíamos descubierto”.
Asimismo, resaltó: “Le debemos a Joy Laville haber decidido volverse mexicana y en eso mexicano, descubrir que existen muchas formas de conocer esa textura, esas formas, esas maneras de recrear aquello que nos rodea y nos emociona. Es para nosotros un privilegio abrir las conmemoraciones de este centenario del nacimiento de una gran artista con esta magnífica exposición que reúne obras que probablemente no hemos visto antes”.
Estructurada en cuatro núcleos, la muestra conduce por la armonía cromática de sus lienzos, el andamiaje de sus planos compositivos, la dimensión emocional de sus paisajes, así como la presencia de figuras cuyos cuerpos sintéticos se sitúan en espacios atemporales, elementos con los que Laville hilvanó una aguda reflexión sobre la condición humana.
El primero de ellos, Ecos del cuerpo, abreva en los desnudos, prioritariamente femeninos, con los cuales la artista dota de vitalidad al entramado abstracto y cromático que distingue sus lienzos. Por otra parte, en Travesía interior, las silenciosas habitaciones pintadas por la artista van más allá de la mera representación de espacios cotidianos y domésticos, y expresan una fuerte carga existencialista.
En el tercer núcleo, El sentimiento oceánico, se presentan escenas de playa, en la cual los colores, la composición espacial y la reducida presencia de bañistas invitan a reflexionar sobre la condición humana frente a la naturaleza y los avatares de la vida. Finalmente, Un gesto gráfico remite a la relación creativa entre Laville y su esposo, el escritor Jorge Ibargüengoitia; se muestran los bocetos inéditos y las portadas con que la creadora ilustró los libros del literato.