La Orquesta del Conservatorio Nacional de Música dedicó concierto a las mamás con obra de Margarito Damián Vargas

Para celebrar el Día de las Madres, la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Nacional de Música, bajo la dirección de Eduardo Álvarez, estrenó la Misa solemne de nuestra señora de la luz, de Margarito Damián Vargas, en la Sala Silvestre Revueltas del recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), instancia de la Secretaría de Cultura federal. Se trata, a decir del propio director, de una obra que fue rescatada del olvido por él mismo, luego de dedicarse a investigar la obra del compositor tixtleco que vivió entre 1873 y 1919.

Recordó que Vargas no solo fue un gran director de orquesta, sino también un excelente músico (flautista y pianista) que realizó en su corta vida una multiplicidad de actividades, como director de todas las bandas de música del Ejército mexicano.

La Misa solemne de nuestra señora de la luz “fue un descubrimiento que tuve la fortuna de hacer, luego de acercarme a los descendientes del compositor Vargas, en Tixtla”, explicó el director, luego de apuntar que a esta advocación se le rinde homenaje desde 1635.

Aseguró que no solamente rescató esa misa, “sino una buena cantidad de obras breves y bellas de Margarito Damián, como Adiós Acapulco y Papeles rotos. Fue un gran compositor que debe rescatarse y cuyas obras deberían formar parte de los repertorios de conciertos.

Detalló que la misa tiene toda la influencia de la música mexicana y de grandes compositores internacionales, como Giuseppe Verdi, a quien todo mundo trataba de imitar, y Vincenzo Bellini, que era admirado por los mexicanos de aquella época. Antes del estreno, la orquesta interpretó tres obras de Georges Bizet: L´Arlésienne núm. 2, Farandole, el aria de Micaela, Je dis que rien ne m’Épouvante de la ópera Carmen y L’amour este un oiseau rebelle (Habanera) también de esta ópera.

La primera de ellas fue una introducción al programa, mientras que en la segunda pieza participó la soprano Pilar Romero, quien entregó lo mejor de su voz, en tanto que la mezzosoprano Fernanda Cabrera demostró que nació para estar al frente de los grandes escenarios, gracias a su dominio actoral y potente voz. La pianista Aranza Ortega ofreció una excelente interpretación del Concierto para piano y orquesta no. 20 en Re menor, k. 466, de Wolfgang Amadeus Mozart. A pesar de su corta edad, su talento natural para el piano es sorprendente.

Al final, Eduardo Álvarez anunció una sorpresa: la ejecución del Huapango, de José Pablo Moncayo, pero en una versión casi inédita: con voz y ritmos más populares. Fue suficiente para que el público ofreciera una estruendosa ovación. El concierto se replicará el 13 de mayo en la Sala Xochipilli de la Facultad de Música de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la cual se ubica en calle Xicoténcatl No. 126, colonia Del Carmen, Coyoacán.

 

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