Una nariz con mayor altura implica también diferencias en términos de función: desde hace mucho la ciencia ha dicho que esa forma de nariz podría ser consecuencia de procesos de adaptación a climas fríos, debido a su papel en la humidificación y el calentamiento del aire antes de que llegue a los pulmones. Se cree que las adaptaciones en la anatomía nasal fueron esenciales para los humanos modernos y los neandertales, donde el clima frío y seco pudo ser un reto para la sobrevivencia.
Un estudio llevado a cabo por el Consorcio para el Análisis de la Diversidad y Evolución de Latinoamérica (Candela), de carácter multidisciplinario internacional, el cual incluye a especialistas en la diversidad biológica de los latinoamericanos y su entorno sociocultural, comparó la información genética y morfológica del rostro de más de seis mil latinos contemporáneos y ha identificado una variación genética asociada a una mayor altura de la nariz (de la raíz al surco nasal), la cual, probablemente, fue heredada de los neandertales a los ancestros de los pueblos originarios de América.
El estudio, en el que participan investigadores de China, Reino Unido, Francia, Alemania, Argentina, Chile, Perú, Colombia, Brasil y seis mexicanos, entre ellos, Víctor Acuña-Alonzo y Jorge Gómez-Valdés, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), se dio a conocer el 8 de mayo de 2023, en la revista científica Communications Biology, editada por Nature. El artículo es parte de un proyecto colaborativo de varios años, en el que los responsables del nodo en México son dos académicos de la ENAH, escuela de la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), junto con el investigador de la Facultad de Química de la UNAM-Instituto de Medicina Genómica, Samuel Canizales-Quinteros.
Para el estudio se analizó a personas voluntarias de Brasil, Colombia, Chile, Perú y México, en colaboración con investigadores de la University College London. En el caso de nuestro país, los estudios se realizaron entre 2010 y 2012, a voluntarios que acudieron, en su gran mayoría, al Laboratorio de Genética Molecular de la ENAH, y a la UNAM. Acuña-Alonzo y Gómez-Valdés analizaron las muestras de ADN y los datos genéticos, además de los primeros estudios de morfología facial, realizados a partir de fotografías de las personas.
Acuña-Alonzo destaca que la forma de los rostros fue analizada con un nuevo método automatizado, basado en un programa computacional trabajado, principalmente, por los investigadores chinos Qing Li y Jieyi Chen, de la Universidad de Fudan, en Shanghái. El método coloca puntos en la fotografía del rostro para analizar las formas anatómicas; “cuando el proyecto inició, esto se hacía manual”, comenta.
Los resultados fueron comparados con marcadores genéticos distribuidos en el genoma completo. Esto permitió a los científicos identificar 33 nuevas regiones del genoma asociadas con la forma del rostro humano. El hallazgo más interesante se produjo en el gen ATF3, ubicado en el cromosoma 1, ya que se identificó una variación genética ligada a una mayor altura de la nariz. El primer autor del trabajo, Qing Li, dijo: “El gen identificado aquí puede haber sido heredado de los neandertales para ayudar a los humanos a adaptarse a climas más fríos cuando salieron de África”.