El antiguo Camino Real de Chiapas a Guatemala se mantiene vivo con manifestaciones culturales que han sido reactualizadas por sus comunidades, ejemplo de ello son las festividades de la Candelaria en Socoltenango y en El Pacayal, en Amatenango de la Frontera, surgidas durante los siglos XVI y XVII por la veneración a un par de vírgenes.
Tendiendo lazos entre pasado y presente, una investigación de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), es desarrollada por el arqueólogo Gabriel Lalo Jacinto, quien ha documentado estas expresiones en sus andanzas por la Meseta Comiteca, hasta los límites con Guatemala. El también responsable del proyecto de investigación de la Zona Arqueológica de Tenam Puente comenta que el 2 de febrero es una fecha esperada en la Meseta Comiteca porque la veneración de la Virgen en Socoltenango, cuya advocación es en realidad Nuestra Señora del Rosario, marca el inicio de una feria comercial de importancia regional.
A lo largo de una semana, propios y extraños se reúnen en torno a la oración, pero también alrededor de la venta de diferentes productos y al son de conjuntos musicales, sin contar la elección de una joven reina que represente la belleza de las mujeres del lugar.
El especialista del Centro INAH Chiapas narra que, en el siglo XVI, la Virgen del Rosario fue llevada por los dominicos al Templo de Copanaguastla, pero entre los indígenas del pueblo persistió el culto a sus antiguos dioses e, inclusive, llegaron a colocar un “ídolo” detrás de la imagen mariana, según lo refiere en sus crónicas fray Francisco Ximénez. Ante la persistente idolatría de la gente de Copanaguastla, el 3 de febrero de 1629 se autorizó el traslado de la Virgen del Rosario a la parroquia de Socoltenango, donde fue puesta en la sacristía y, al poco tiempo, debido a los milagros intercedidos a favor de la salud de fray Martín de Herrera, hacia 1666, se llevó a un nicho del retablo del altar.
Sin embargo, Gabriel Lalo señala que su relación con la fiesta de la Candelaria surgió cuando la imagen aún se encontraba en Copanaguastla. Las pistas están en las crónicas de Ximénez, quien anotó que la cofradía de Nuestra Señora del Rosario se erigió el 2 de febrero de 1561, Día de la Candelaria, que alude al pasaje bíblico en que María, luego de dar a luz, llevó candelas (velas) al templo para ser purificada.
Ya en ese entonces, la gente de Socoltenango y Copanaguastla participaba de la festividad. Con el paso de los siglos, la veneración a la Virgen se extendió y, hoy en día, el 2 de febrero es uno de los puntos culminantes de un sistema de cargos que tiene actividades a lo largo del año. De acuerdo con el arqueólogo, tanto en Socoltenango como en El Pacayal, en Amatenango de la Frontera, las vírgenes originales permanecen en sus templos, mientras un par de réplicas son llevadas en palanquines por las calles. En El Pacayal la procesión es acompañada por un conjunto de marimba y por los moros, quienes hacen sonar sus chichines (sonajas) a los pasos de su baile.
Un aspecto llamativo, dice, es el uso de la orquídea Guarianthe skinneri, endémica de los bosques húmedos de Chiapas y Centroamérica, conocida como la flor de la Candelaria, los pobladores de El Pacayal la cultivan en sus propias casas, para ofrendar los manojos a la Virgen. Las velas y el hinojo son otros de los elementos que son bendecidos antes del arribo de la procesión a la iglesia. Gabriel Lalo concluye que “en Socoltenango se mantiene viva una de las festividades marianas de mayor antigüedad; mientras que en El Pacayal se observan otros elementos como el ‘baile de los moros’; ambas son parte del patrimonio intangible de México, manifestaciones que son dignas de conocerse y vivirse, y un buen pretexto para visitar Chiapas en estas fechas”.