Desde hace siglos, los feligreses del Santuario de Plateros y devotos del Santo Niño de Atocha mantienen la tradición de llevar exvotos –pequeñas escenas pintadas sobre metal o madera, mensajes escritos en papel, fotografías o imágenes impresas– a este templo, para agradecer algún milagro.
La cantidad de prodigios que, acorde con los fieles, concede el Santo Niño, hace que al día puedan ser, al menos, 100 los exvotos colocados, y que al paso de las décadas se vuelvan prácticamente incontables los acumulados. Para conservar estas muestras de fe, muchas de ellas históricas dado que se remontan al siglo XIX e inicios del XX, mediante un proyecto de la Secretaría de Cultura federal, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), desde hace cinco años se atiende un grupo de 23 mil exvotos.
De acuerdo con la restauradora y el historiador del Centro INAH Zacatecas, Miriam Pineda Bravo y Limonar Soto Salazar, en 2017, la realización de obras de mantenimiento en la Capilla de los Exvotos –anexa a la nave principal– llevó a las autoridades del santuario a retirar temporalmente muchas de estas piezas y almacenarlas en una bodega. Los exvotos, añade Pineda Bravo, fueron desmontados en desorden, por lo cual la primera acción en los que aún debían retirarse de la arquitectura por intervenir, fue medir y fotografiar las coordenadas de sus ubicaciones. Posteriormente, se expurgó la bodega de todos los materiales, la suciedad y plagas, a fin de iniciar su separación conforme a la tipología de sus materiales.
“Establecimos dos grandes grupos con diversas tipologías: los exvotos acompañados o hechos con materiales inorgánicos: metales, fotografías, lentes o aparatos ortopédicos; y los creados en madera o con agregados orgánicos”.
Ayudados en este lustro por estudiantes de restauración de Zacatecas y San Luis Potosí, para los especialistas esta selección ha sido ardua, registrando más de dos toneladas de elementos orgánicos –entre dientes, trenzas de cabello u ombligos humanos–, así como 40 cajas con fotografías clasificadas por tamaño, época o tipo de impresión. Recientemente, comenta la restauradora, se finalizó la conservación preventiva en un conjunto de 258 exvotos pintados a mano sobre láminas de metal, cuya temporalidad va de 1820 a 1920. “Antes de intervenirlos, transcribimos las leyendas de aquellos que contaban con alguna, pues al colocarlos en la bodega, en contacto con la humedad, el metal se corroyó y levantó la capa pictórica de varios”.
En un laboratorio, instalado en el Museo de Guadalupe, las y los especialistas eliminaron corrosión, corrigieron planos, estabilizaron capas pictóricas y reintegraron faltantes de pintura, preservando los agujeros dejados por los clavos en los exvotos, dado que la intención es regresarlos a sus muros. Respetando la ritualidad de cada obra, se plantea recomendar a las autoridades del santuario la creación de un archivo para resguardar aquellas que, por su estado de conservación, no pueden estar a la intemperie.
Derivada del latín, la palabra exvoto refiere a lo que ‘procede de un voto’, es decir, representa el cumplimiento de una promesa hecha a una divinidad que, en la tradición católica, puede ser Cristo o la Virgen María, una santa o un santo. Integrados por una cartela de texto que consigna a la imagen religiosa a la cual se agradece, para luego narrar el favor obtenido y concluir con el nombre y el lugar de origen del donante, así como la fecha en la que fue llevado al santuario, los exvotos “permiten conocer la historia de un pueblo, saber si padeció hambruna o alguna epidemia o, por ejemplo, si el milagro recibido por un campesino, fue el final de una sequía”. Los exvotos del Santuario de Plateros, finaliza Soto Salazar, remiten a sucesos como las guerras civiles e intervenciones extranjeras que vivió México durante el siglo XIX, según una pieza donada por un hombre, en 1849, quien agradecía haber sobrevivido a la leva o reclutamiento forzoso.