La Orquesta Sinfónica Nacional interpretará Las cuatro estaciones porteñas de Piazzolla en el Palacio de Bellas Artes

Un concierto que ofreció al público no solo momentos melódicos o coloridos, sino virtuosos, por lo cual obtuvo la ovación y elogios de los asistentes, así transcurrió la noche del viernes 11 de octubre el programa número 8 de la Orquesta Sinfónica Nacional (OSN), la cual tuvo como protagonistas al violinista Mario Escoto y al joven director Iván López Reynoso. La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal) presentaron un programa con una introducción intrépida y colorida con D’une Matin du Printemps (Una mañana de primavera), de Lili Boulanger (1893-1918), donde la sección de alientos ofreció un ambiente vivaz que recordó los días de primavera.

Compuesta en 1918, junto con De una tarde triste, son las últimas piezas creadas por la compositora francesa, quien, en aquella época, a sus 24 años, ya se encontraba enferma. El crítico Kyle Gann señala que esta pieza tiene un lenguaje de tonalidades cambiantes, donde la flauta introduce el tema principal, seguido por las cuerdas y el triángulo. Hacia el final, el tema es citado por cada sección de la orquesta, hasta que, en un crescendo, finaliza la obra. El concierto continuó con Las cuatro estaciones porteñas, de Ástor Piazzolla, con arreglo del compositor ruso Leonid Desyatnikov. Para esta obra, los músicos se colocaron en el proscenio, quedando de fondo el espléndido telón de los volcanes que tanto distingue al máximo recinto cultural del país.

El arreglo fue para 12 violines, cuatro violas, cuatro violonchelos y un contrabajo, es decir, una orquesta de cuerdas y violín solo, que estuvo a cargo de Mario Escoto Campos. Desde el inicio esta obra ofreció momentos grandiosos que, a pesar de no estilarse, arrancaron aplausos y exclamaciones positivas entre el público. Es importante no omitir que Escoto Campos recorrió la obra sin necesidad de mirar las partituras.

Otoño porteño fue el primer movimiento. El tango, las referencias a Antonio Vivaldi, así como a otros compositores, que ya son conocidas en la obra de Piazzola, se hicieron presentes. Esta primera estación permitió uno de los momentos más estelares de la noche, el solo que Mario Escoto ofreció al compartir su virtuosismo con una obra de Chaikovski.

Siguió Invierno porteño, en el cual el violín solista lideró los cambios, desde aquellos suaves y graves con los que inicia el movimiento, hasta los más vivaces y altos. Esta pieza ofreció un maravilloso intercale entre la orquesta completa y el violín solista, además de pasar por esa maravillosa cita que Piazzola hace de Vivaldi hacia el final.

Primavera porteña, por su parte, permitió ver a los instrumentos de la orquesta, donde la concertino de la OSN, Shari Mason, tomó por un momento el protagonismo, como la pieza exige e intercambió con la viola y el violonchelo principales, diálogo al que suavemente se incorporaron los demás instrumentos junto con el solista, quien retomó la interpretación estelar.

Finalmente, Verano porteño ofreció un intercale entre los 22 instrumentos, que fueron desde lo sutil hasta lo más intenso y viceversa, donde el director Iván Reynoso hizo gala no solo de precisión, sino también de expresividad.

 

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