La Secretaría de Cultura del Gobierno de México y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (Inbal), a través del Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo, presentan la ofrenda de Día de Muertos para recordar al arquitecto Luis Barragán, la cual permanecerá hasta el 6 de noviembre.
Las ofrendas reflejan una visión de la muerte que ha identificado a la cultura mexicana, donde la religión, la cultura popular y el pasado histórico dan forma a una tradición que ha cobrado valor patrimonial. Al centro de la ofrenda se observa una fotografía en blanco y negro de Luis Barragán y alrededor se muestran varios elementos que aluden al Día de Muertos. Barragán nació el 9 de marzo y falleció el 22 de noviembre de 1988 en su casa de Tacubaya.
Una ofrenda tradicional, la cual conjuga los cuatro elementos, porque se puede apreciar el papel picado como representación del aire, la maleabilidad, el viento; los vasos y vasijas de barro hacen alusión al agua como fuente de vida; las semillas como tributo a la Tierra; y las velas o veladoras representan el fuego como símbolo de la luz, la fe y esperanza.
El Día de Muertos es una tradición mexicana que data de la época prehispánica. La práctica actual proviene de la fusión con las fiestas católicas de Todos los Santos y de las Ánimas, que consisten en la celebración de la llegada de las almas que vienen del inframundo a visitar a sus familiares.
Las ofrendas se conforman de distintos elementos que varían en cada región, los altares de muertos funcionan como un puente entre los vivos y los muertos, un punto de encuentro con los seres queridos que ya no están y que visitan a los vivos la noche del 2 de noviembre para disfrutar de la comida, bebida y otros objetos de los que gozaron en vida.
Las ofrendas se estructuran en tres niveles que representan el cielo, la Tierra y el inframundo, por medio del agua, la tierra, el viento y el fuego, de ahí que existan elementos fundamentales.
Algunos otros elementos que se pueden apreciar son: un arco que simboliza la puerta de entrada al mundo de los muertos; agua, la cual mitiga la sed de las ánimas después de su recorrido; la sal como purificación para que el cuerpo no se corrompa en su viaje; las velas son el fuego, la luz que alumbra y guía de regreso de las ánimas al lugar de la ofrenda.