Catrinas y catrines cruzaron, entre la bruma, la explanada del Museo Nacional de Antropología (MNA), para participar de una noche impregnada de leyendas protagonizadas por antiguas deidades, y concursos que festejan y hacen homenaje a una de las tradiciones de mayor raigambre entre las y los mexicanos, el Día de Muertos.
Por vez primera, el equipo de Servicios Educativos del recinto, adscrito al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), institución de la Secretaría de Cultura federal, convocó a esta actividad a la que se sumó un público ávido de historias. En la Sala Mexica, flanqueada por las esculturas de las ánimas de las cihuateteo, las guerreras mexicas, se escucharon versiones poco conocidas de narraciones que han trascendido siglos.
“La Llorona” es una de ellas, refirió el asesor Mario Stalin Rodríguez, al explicar que esta leyenda oculta una verdad distinta a la creada en la Colonia: la indígena que, traicionada por un español, decidió asesinar a sus propios hijos. Cihuacóatl, la diosa madre, hizo su aparición para narrar que, ese espectro, era ella, advirtiendo a sus hijos amados, habitantes de Tenochtitlan, que los invasores llegarían del otro lado del océano y traerían muerte y desolación.
Mictecacíhuatl, diosa de la muerte, también se paseó por la Sala Mexica, para recordar que, en tiempos prehispánicos, ella hacía “algo así como las funciones de san Pedro”, es decir, sentada en un umbral, dirigía al difunto a una de las cuatro regiones: el Mictlan, la bodega acuática o Tlalocan, el Cielo del Sol o el Árbol nodriza, según la causa de muerte.
Luego de escuchar esta y otras historias, catrines y catrinas desfilaron con garbo sobre una pasarela. No solo por sus prendas, sino por su amor a la tradición, resultaron ganadores la pareja formada por Aleyda y Erick, Selene, así como la familia integrada por Andrea, Alberto y Bruno, un “charrito negro”, que sintetizó en una frase el propósito de esta conmemoración: “aprovechar el día en que se abre el portal, para que la familia, los vivos y los muertos, pueda abrazarse de nuevo”.
En la Escuela Nacional de Conservación, Restauración y Museografía, “Manuel del Castillo Negrete” (ENCRyM), el Día de Muertos se celebró con cuentos y calaveras literarias, cráneos de cerámica “intervenidos” con diseños alucinantes, disfraces y un altar dedicado a los miembros de esta institución educativa del INAH, fallecidos en los dos últimos años, marcados por la contingencia sanitaria. El director de la ENCRyM, Gerardo Ramos Olvera, reconoció la creatividad de los alumnos del Seminario-Taller de Pintura Mural, dirigido por la maestra Martha Tapia, quienes hicieron un homenaje a la labor de conservadores y restauradores. En un tapete de aserrín, a modo de códice, representaron a un profesional que, bisturí en mano y cargando una cámara fotográfica, lucha contra el tiempo-muerte, Mictlantecuhtli, que “asedia al patrimonio cultural”.
La biblioteca de la institución educativa, la cual lanzó el concurso literario, reconoció a los cuentos “31 de octubre”, escrito por Dámaris Herrera, y “Papel en mano”, de Dante Chávez. La categoría de Calavera Literaria la ganó Metzi Guerrero, por “A la flaca no le dieron mapa”. Asimismo, de los 33 cráneos decorados que concursaron, tres obtuvieron mención honorífica: “Caracola mágica”, de Marcela Vázquez; un cráneo que encierra el estudio de la pintora Remedios Varo, elaborado por María Reneé López, y el cráneo-babosa, ideado por Martha Hernández. Los tres primeros lugares fueron para “Cráneo jardín”, de Sofía Rojas; “El alma en los huesos”, de Dulce Neri, y el presentado por el Taller de Cerámica.