A partir de un estudio paleográfico, realizado por la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), se ha desentrañado la etimología y la referencia más antigua de Juliantla, un pueblo en la montaña de Taxco de Alarcón, en Guerrero, el cual saltó a la fama hace poco más de cuatro décadas tras la canción que le dedicara su hijo predilecto, el compositor y cantante Joan Sebastian.
Por intermediación de la familia Figueroa –estirpe del citado artista, quien falleció en 2015–, el director de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia (BNAH), Baltazar Brito Guadarrama, recibió los títulos primordiales de esta localidad, para su intervención en dicho repositorio, con sede en el Museo Nacional de Antropología, en Ciudad de México.
Los documentos, los cuales abarcan de 1631-1714, llegaron a la BNAH a inicios de 2021 y se emitió la ficha de ingreso que integra su identificación y estado de conservación. En los siguientes meses, tras analizar sus componentes y alteraciones, la restauradora Ana Paula García Flores ejecutó un tratamiento que inició con el retiro de los folios de su cubierta de piel original, afectada por hongos que estaban dañando el papel europeo de las fojas y la legibilidad de las letras escritas con tintas ferrogálicas. Una vez desprendidos del soporte, los folios fueron sometidos a tareas de esterilización, limpieza superficial, lavado y alisado; asimismo, se elaboraron guardas de protección de primer y segundo nivel, y una nueva encuadernación, para garantizar su estabilidad. Concluido este proceso, se procedió a la digitalización en alta resolución de cada una de las fojas.
Baltazar Brito, también profesor de Paleografía en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, consideró pertinente transcribir y analizar estos títulos primordiales para aclarar diversos aspectos, entre ellos, el origen del nombre del pueblo, Juliantla, el cual muchos piensan deriva del vocablo “judío”, en virtud de que fue asiento de familias de origen semita en la Colonia temprana, como los Almeyda, los Fonseca y los Carvajal, dueñas de las haciendas de Cantarranas y de San Juan Bautista.
Aunque esta suposición es errónea, sí guarda relación con un personaje posiblemente de origen judío: Julián de Yébenes, propietario de la hacienda de minas Santiago Tlamalinalá, la cual funcionó como tal hasta el siglo XVIII, y después de esta centuria cambió su actividad a la ganadería mayor.
El director de la BNAH explicó: “Juliantla debe su nombre a que los pueblos que la rodean son de habla náhuatl, por ejemplo, Tlamacazapa y Acamixtla, entonces, cuando iban a este real de minas, cuyo dueño era Julián de Yébenes, usaban la expresión: Julián-tla (lugar de), es decir, ‘allá con Julián’.
“Estos documentos narran cómo los terrenos de la hacienda fueron cambiando de manos. El más antiguo, fechado el 25 de abril de 1631, asienta que la viuda de Julián de Yébenes, Isabel de Nava, vendió los terrenos por 1,614 pesos de oro común, a Juan Pérez de Astudillo, a su esposa Juana y al hijo de estos, Francisco Astudillo y Contreras, quien se convertiría en el propietario legal de Santiago Tlamalinalá, en 1647”.