Como metáfora de la prevalencia del pueblo e historia morelenses, el reloj del torreón del Palacio de Cortés, sede del Museo Regional Cuauhnáhuac, movió sus manecillas en punto de las 13:14 horas de este miércoles 29 de junio, para dictar de nuevo los tiempos de esta ciudad, de la que ha sido y seguirá siendo uno de sus más representativos elementos arquitectónicos y patrimoniales.
En representación de la secretaria de Cultura del Gobierno de México, Alejandra Frausto Guerrero, el director general de Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), Diego Prieto Hernández, sostuvo que “la reintegración del torreón marca la cuenta regresiva para la reapertura paulatina de los espacios de este recinto”, cuya primera etapa se dará a finales de 2022. Esto conllevará el retiro de la malla ciclónica que acordona el lugar, una acción que debe ir acompañada del ordenamiento del espacio público.
Asimismo, el antropólogo confió en que, de manera coordinada con el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, sea posible develar la restauración de “Historia del estado de Morelos, Conquista y Revolución”, el gran tríptico mural ejecutado por Diego Rivera en este monumento histórico, antes de que termine el 2022.
En compañía de la secretaria estatal de Turismo y Cultura, Julieta Goldzweig Cornejo, el titular del INAH expresó que los avances en la consolidación estructural del Palacio de Cortés, incluida la reintegración del torreón, es solo una muestra “de las lecciones que México está dando al mundo en materia de restauración y arquitectura histórica”, toda vez que, a partir del 8 y del 20 de septiembre de 2017, en respuesta inmediata a dos eventos telúricos de gran magnitud, la institución se encomendó a una labor titánica: rehabilitar dos mil 340 inmuebles históricos dañados.
En su intervención, el director del Centro INAH Morelos, Víctor Hugo Valencia Valera, hizo hincapié en que el torreón es símbolo de resiliencia, de la historia que permanece viva ante el desastre. Tras casi un lustro, se devuelve a la ciudadanía un emblema que había acompañado su cotidianeidad, garantizando además su seguridad, pues gracias a la sustitución de sus materiales originales, el peso de esta estructura se redujo en 70%, pasando de 44 a dos toneladas.
Sobre este proceso, desde el diagnóstico de las afectaciones y la elaboración del proyecto de reintegración del torreón, al desmontaje y restitución de este elemento, abundaron el coordinador de la Sección de Monumentos Históricos del Centro INAH Morelos, Fernando Duarte Soriano, y el representante legal de la empresa Escoda, Manuel Palma Uribe. Ambos coincidieron en que la reintegración del torreón ya forma parte de la historia del propio elemento arquitectónico, el cual fue construido en 1899 con piedra, tabique y argamasa de cal y arena, en vísperas de los festejos del centenario de la Independencia.
A fin de evitar un futuro siniestro debido al peso excesivo que representaba, comenzó un diálogo interdisciplinario para plantear un proyecto basado en diversos análisis y cálculos para eventos sísmicos. Bajo el asesoramiento del ingeniero Roberto Sánchez Ramírez, especializado en la seguridad estructural de inmuebles históricos, la iniciativa involucró a especialistas en restauración de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH, de la Sección de Monumentos Históricos del Centro INAH Morelos y de la empresa Escoda.