Desde hace tres semanas, la epidemia de COVID-19 en nuestro país ha tenido un aumento muy rápido del número de casos confirmados. El inicio del invierno, la entrada de una variante más contagiosa (ómicron) y las fiestas y vacaciones de fin de año aceleraron los contagios.
La vacunación es la principal forma de evitar que una persona que se contagia con el virus causante de COVID-19 enferme gravemente y tenga mayor probabilidad de requerir hospitalización y morir, por lo que reiteramos la importancia de que todas las personas mayores de 15 años inicien o completen sus esquemas y reciban su dosis de refuerzo en cuanto les corresponda. Todas las vacunas que se utilizan en nuestro país son seguras, efectivas y de calidad. Si bien, no existe información sobre cada una de las combinaciones, los estudios que han evaluado esquemas donde se combinan diferentes vacunas, tanto para completar esquemas iniciales como dosis de refuerzo, han encontrado que son estrategias seguras y efectivas.
La principal forma de contagio del virus causante de COVID-19 es por medio de los aerosoles que produce una persona infectada con el virus (con o sin síntomas) y que se forman al respirar, hablar, toser, estornudar, soplar, gritar, cantar y respirar. El uso del cubrebocas disminuye (filtra) la cantidad de virus que exhala una persona infectada y limita la cantidad de virus que inhala una persona que se encuentre cerca.
Si se usa cubrebocas de tela, es necesario que tenga tres capas y sea de una fibra natural (algodón); si el cubrebocas es quirúrgico desechable, también debe ser de tres capas. Su eficacia puede medirse si impiden el paso de la luz.
Los cubrebocas de mayor eficiencia (N95, KN95, KF94, FFP3, FFP2, FFP1) es mejor utilizarlos en situaciones donde el riesgo de aerosoles provenientes de enfermos sea mayor, como puede ser al atender a un enfermo en casa, en un consultorio o en el hospital. La limitada disponibilidad y la incomodidad de este tipo de cubrebocas pueden ser obstáculos reales para su uso general, y no son convenientes para un uso común, generándose riesgos adicionales ante su utilización inadecuada o interrumpida.
La gran mayoría de las personas que han enfermado de COVID-19 en las últimas semanas han presentado cuadros leves con síntomas que generalmente se resuelven en menos de cinco días con los cuidados generales y con medicamentos para control de la fiebre (paracetamol) y las molestias por el proceso de respuesta del cuerpo a la infección (ibuprofeno). Por lo anterior y para evitar riesgos de toxicidad o complicaciones, es importante reiterar que para el manejo de pacientes con COVID-19 no deben utilizarse:
Antibióticos de ningún tipo (azitromicina, levofloxacina, ceftriaxona, ivermectina, hidroxicloroquina, etc.).
Antivirales que no tienen efecto contra el virus causante de COVID-19 (oseltamivir, amantadina, rimantadina, aciclovir, etc.).
Medicamentos esteroides en los primeros cinco días de la enfermedad (cortisona, dexametasona, etc.).
Anticoagulantes sin supervisión médica (Aspirina, heparina, enoxaparina, clopidogrel).
Si la persona padece alguna otra enfermedad para la cual tome medicamentos de forma regular, deberá continuar usándolos sin interrupción.
Al tener un enfermo en casa se debe prevenir el contagio de los otros habitantes del domicilio por medio del aislamiento, el uso de cubrebocas (idealmente de alta eficiencia), la ventilación abriendo puertas y ventanas y la higiene regular con los productos de uso habitual del lugar. Para vigilar la evolución es recomendable tener un termómetro para medir la temperatura (que no sea mayor de 38.0ºC) y un oxímetro de pulso para monitorear la oxigenación (que no baje de 92%). Es necesario informar de inmediato a su médico en caso de alta temperatura o baja oxigenación. Se debe vigilar la oxigenación con supervisión médica (con un oxímetro) hasta estar seguros de que la evolución es favorable.
Una vez que la persona enferma de COVID-19 cumpla cinco días de aislamiento y no presente síntomas se podrá reincorporar a sus actividades con las medidas de precaución generales; en caso de continuar con síntomas, deberá completar diez días de aislamiento. Los contactos domiciliarios del enfermo también deberán guardar aislamiento durante cinco días, al término de los cuales podrán salir en caso de no presentar síntomas.