A través del Programa de Manejo Integral de Residuos Sólidos Universitarios, con enfoque Basura Cero, el campus Morelos de la UNAM recuperó 29.5 toneladas de residuos valorizables, compostó el 100 por ciento de sus desechos de poda y avanza en el llamado de hacer de esta casa de estudios una universidad sustentable.
Así lo afirmó la investigadora Nancy Merary Jiménez Martínez, integrante del Laboratorio de Estudios sobre el Gobierno de una Universidad Sustentable, del Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM), quien aclaró que más que reciclar, se busca generar menos basura.
“No es un programa tradicional en el que separemos cartón, papel, latas, sino que tiene un enfoque de Basura Cero; es decir, cómo hacemos para que nuestros residuos, gradualmente, vayan a cero. Involucra revisar qué se compra y qué se puede verdaderamente evitar que sea un residuo, no porque estemos en contra del reciclaje, sino porque lo importante es no generar residuos”, agregó.
El campus está integrado por los institutos de Biotecnología y Ciencias Físicas, el Centro de Ciencias Genómicas, el CRIM, la Unidad Cuernavaca del Instituto de Matemáticas y el Instituto de Energías Renovables -aunque éste se ubica en Temixco-. En conjunto albergan a más de dos mil 200 universitarios entre estudiantes, académicos, investigadores y trabajadores.
En 2015 el entonces ECOPUMA les propuso implementar el programa de separación de residuos que se tenía en Ciudad Universitaria (CU), a fin de disminuir lo que se canaliza a tiraderos. Esta iniciativa se adecuó a las necesidades del campus Morelos, que es de menor tamaño.
“En 2016 retiramos todos los botes de basura de salones, oficinas, pasillos, baños, lo que significó el rompimiento de un paradigma. Esto obliga a que te pares de tu escritorio, salgas de tu oficina y lleves aquello que has generado hasta una isla de separación, que puede estar en el pasillo o un poco más alejado”, agregó la especialista en residuos sólidos en las ciudades.
Se estableció una separación selectiva; es decir, sólo se aparta lo que verdaderamente se puede reciclar en las cadenas locales y regionales. Además, se conformó un equipo de académicos y administrativo quienes marcan la pauta de hasta dónde es posible implementar determinadas estrategias.
Otro pilar del programa es el trabajo con la asociación civil “Nosotros reciclamos”, cuyo personal acude cada mes para recoger los residuos reciclables y trasladarlos a sus centros de acopio. Asimismo, reporta la cantidad de material reciclable que recopila y a partir de ello los universitarios definen nuevas estrategias, por ejemplo para disminuir la cantidad de un determinado tipo de residuo.
Residuos orgánicos
El campus Morelos de la UNAM sigue el esquema de separación que se instrumenta en CU. En botes verdes colocan los residuos orgánicos compostables, cada entidad universitaria cuenta con una composta pequeña en la que se depositan cáscaras, residuos de fruta, tortilla; no se permiten cárnicos, queso o huevo.
“El producto final es utilizado en las áreas verdes, en jardines, jardineras, además de que es un producto altamente demandado por la comunidad universitaria”, dijo la doctora en Estudios Urbanos y Ambientales.
Gracias a un convenio de colaboración con la planta de composta de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, el 100 por ciento de los residuos de poda son tratados allí.
¿En qué recipiente va?
En los botes azules reciben plásticos, pero no todos, sólo de los números uno y dos, PET, HDPE y bolsas elásticas. En los de color café se coloca cartón y papel, salvo aquellos que están demasiado sucios.
Los depósitos de color amarillo son para latas, vidrio y envases multicapa como el tetrapack. Los vidrios rotos se colocan en un contenedor especial.
Además, hay un bote gris para aquello que no se puede separar adecuadamente en los depósitos anteriores: unicel, plásticos de un solo uso, popotes, empaques de las hojas de papel, plásticos de bolsas como en las que se empaquetan tostadas, galletas, charolas, entre otros.
Políticas para reducir basura
Jiménez Martínez expuso que se cuentan con reportes puntuales de cómo se ha incrementado la cantidad de residuos que se reciclan, incluso si ha cambiado el tipo de desechos que se generan, pues hay entidades como el CRIM que establecieron políticas para evitar la compra de vasos de unicel, bolígrafos de plástico y decidieron que las impresoras debían imprimir por ambas caras del papel, lo que disminuyó 200 kilos la producción de este residuo en un año.
Durante la emergencia sanitaria el programa sigue operando. “En el 2020 le habíamos declarado la guerra a los plásticos de un solo uso. Muchos países habían marcado como fecha límite para éstos el 2021, pero con todo esto que vivimos en la pandemia se ha incrementado su uso, junto con los cubrebocas, pañuelos, guantes, bolsas, caretas, toallitas desinfectantes, el empaquetado de productos para evitar contagiarnos de la COVID-19. El reto es frenarlos porque generan mucho daño al medio ambiente”, añadió la especialista.
El llamado de la sustentabilidad en la Universidad, insistió, implica enfocar sus tareas sustantivas a la resolución de este tipo de problemas, desarrollar marcos de formación profesional pertinentes a los grandes retos y ofrecer soluciones a éstos.
“Algunos le llaman responsabilidad social universitaria, otros, universidad pertinente; en realidad es cumplir el ethos universitario, la razón de ser de la Universidad. La Universidad solo cobra sentido por las respuestas que da a la sociedad”, concluyó.