Dime cuánto mides y te diré en que entorno creciste

El proceso de crecimiento y maduración de las personas está relacionado con los genes heredados de la madre, padre y de nuestros abuelos, y se manifiesta de la mejor forma si la alimentación y condiciones sanitarias, entre otras variables, son adecuadas, afirmó María Elena Sáenz Faulhaber, del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM.

Sabemos que en las poblaciones rurales en donde los sistemas de salud son deficientes, encontramos estaturas y maduración biológica menores en ambos sexos.

Las tres variables son normales dado que dentro del crecimiento hay que considerar las medidas físicas o antropométricas y la maduración biológica, la cual se determina mediante la edad ósea, que se establece con base en una radiografía de muñeca y huesos de la mano izquierda (carpo) para comparar los puntajes de conformidad a las normas internacionales, abundó la antropóloga Sáenz Faulhaber.

Además, hay diferencia sexual entre varones y mujeres; ellos tienen dimensiones más altas y grandes. Empero, ellas llegan a la adolescencia dos años antes que los hombres y también terminan su etapa de crecimiento antes. Ellos, en cambio, siguen creciendo y las rebasan en dimensiones corporales, acotó.
Otro parámetro de maduración es la menarquia o el momento de la primera menstruación, precisó la especialista universitaria. Se considera además que si un individuo crece menos de un centímetro anual, ya llegó al estado adulto.

Con base en una trilogía de estudios a cargo de Sáenz Faulhaber -y antes de Johanna Faulhaber Kammann, quien también fue investigadora del IIA y doctora honoris causa por la UNAM (1996)–, realizados a niños y adolescentes de clase media de la Ciudad de México, se determinó que ellas comienzan su preadolescencia a los 10 años, en promedio.

Los datos de la menarquia muestran, además, que maduran antes que otras poblaciones, como la europea o la estadounidense, ya que la primera menstruación se presenta, en promedio, a los 12.5 años. “Al madurar antes, también dejan de crecer antes”.

Al presentarse de manera temprana, las jóvenes tienen una maduración ósea también adelantada respecto a otras poblaciones; los dos eventos van ligados y la diferencia de crecimiento entre los 15 y 16 años es menor de un centímetro.

La experta consideró esencial “preocuparse mucho por los hijos, por su alimentación, salud física y bienestar emocional –porque se ha visto que cuando hay problemas psicológicos, como depresión, el crecimiento se detiene–, y motivarlos a que realicen actividad física, porque todo ello contribuirá a formar adultos sanos”.

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