En nuestra sociedad no se práctica la tolerancia; aunque en los últimos años hemos mejorado, continúa siendo un camino lleno de muchos tropezones, y tiene que ver con el hecho de que numerosas personas la traducen como “aguante” en lugar de considerarla una comprensión, afirma la académica de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, Cynthia Azucena Acosta Ugalde.
Para la Organización de las Naciones Unidas, la injusticia, la violencia, la discriminación y la marginación son formas comunes de intolerancia. La educación es un elemento clave para luchar contra estas formas de exclusión y ayudar a los jóvenes a desarrollar una actitud independiente y un comportamiento ético. La diversidad de religiones, culturas, lenguas y etnias no deben ser motivo de conflicto, sino una riqueza valorada por todos.
La especialista en Inclusión Social y Género, ejemplifica que la pandemia evidenció la falta de esta cualidad de algunas personas hacia otras: enfermeras, médicos, vecinos que no usan cubrebocas o aquellos que exageran las medidas de protección personal, pero desconocemos sus circunstancias. “En la medida en que ubiquemos que tengo frente a mí a un ser humano igual que yo, vamos a lograr comprender y ser tolerantes”.
Con motivo del Día Internacional para la Tolerancia, que se conmemora el 16 de noviembre, la también jurista universitaria considera que es importante señalar que ese valor o cualidad es un derecho humano y va más allá del respeto; se trata de entender que somos diferentes. Siempre se ha dicho que la tolerancia es fácil de aplaudir, difícil de practicar y de explicar.
Al respecto, Acosta Ugalde indica que por lo general la sociedad asocia esta palabra con un aspecto moral. “Si bien es cierto que evidentemente se trata de ello, también es real que es una cuestión política y legal; abarca todos los ámbitos de nuestra vida, de un respeto a los pensamientos, ideas, a la forma de ver la vida de otras y otros; entonces partimos de un respeto”.
Por ejemplo, indica, quienes tienen otras preferencias sexuales son criticados. Su “comportamiento me parece que no está bien, su vida está equivocada, pero lo tolero, cuando eso no es tolerancia, valdría entonces reconocer que a muchos les cuesta trabajo procesar que otros u otras tienen preferencias distintas a las mías, pero comprendo que está en todo su derecho, así como yo estoy en el mío”.
En la medida en que aceptemos que se trata de seres humanos con garantías al igual que nosotros, podremos lograrla. Pero también es necesario resaltar que se vuelve una moda entre las nuevas generaciones quienes consideran: “si no somos tolerantes, no somos ‘progre’, es que el ruco está atrasado; también debemos aprender a ser tolerantes con los jóvenes que fueron educados de una manera diferente a la nuestra, porque estamos en un proceso de reeducación”.
La profesora universitaria destaca la necesidad de romper las barreras culturales generacionales, los jóvenes lo ven todo diferente, algo que a los adultos de más de 50 años les cuesta trabajo.
Durante el confinamiento por la emergencia sanitaria también se desencadenó un proceso de intolerancia, en particular hacia las mujeres. Esta situación “permitió conocernos como realmente somos” debido a que las familias convivieron en el mismo espacio las 24 horas del día durante la semana; lo grave es que desencadenó violencia y aumentó el número de violentadas, incluso niñas y niños.
Otro ejemplo son los procesos electorales, durante los cuales se viven momentos de polarización en la sociedad. Familias y amigos terminaron peleados por la preferencia hacia un partido político o un candidato, “y aquí nuevamente se hace visible esa falta de comprensión, yo tengo todo mi derecho a no estar de acuerdo con quienes son afines a determinada figura política, pero debe predominar la razón civilizada, pues una vez que concluyen las elecciones seguiremos conviviendo con las mismas personas”.
Acosta Ugalde estima que la educación es la base para luchar contra la intolerancia hacia los otros, a sus creencias, cultura y opiniones; para ello es necesario trabajar con las generaciones desde la infancia, y dejar de discriminar, así como comprensión mutua entre individuos, porque al final esa actitud negativa lo único que indica es que no consideramos al otro como igual.
Tolerancia en la UNAM
La Universidad Nacional es una institución donde se práctica la inclusión y la tolerancia, es diversa; aunque ese punto a favor también genera cierta polarización, incluso de una licenciatura a otra, porque se trata de estudiantes con perfiles totalmente diferentes.
“Más allá de una preferencia política, sexual, religiosa, etcétera, siempre hay una tendencia hacia el orgullo universitario, eso siempre nos saca a flote a los universitarios”, puntualizó.
En 1995 la ONU estableció el Día Internacional para la Tolerancia e invitó a los países miembros a celebrarlo con actividades dirigidas a los centros de enseñanza y al público en general. Y aunque a 16 años de su conmemoración es poco tiempo para hacer cambiar a la humanidad, sugirió que derecho humano debería ponerse en práctica todos los días.
Es preocupante que se conozca poco sobre la fecha, la ONU solicitó a las naciones del mundo darle mayor difusión, “algo que hace falta en el país en todos los ámbitos. Quizá para ello habría que poner en práctica un ejercicio mayor de divulgación como el que se realiza el 25N (Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer); en esa medida la población irá asumiendo esa información”.