Reaprovechan desechos de tortillerías y molinos para elaborar abono orgánico

A fin de ofrecer soluciones sustentables a las problemáticas de la agricultura y la seguridad alimentaria, Martha Elena Domínguez Hernández, adscrita al Departamento de Ciencias Agrícolas de la FES Cuautitlán, desarrolla la línea de investigación “Sustentabilidad, circularidad y seguridad alimentaria en agroecosistemas”, la cual incluye la elaboración de fertilizantes orgánicos como una práctica agroecológica.

El nejayote es el desecho líquido que se obtiene del proceso de nixtamalización (cocción del maíz con agua y cal para elaborar la masa de las tortillas), el cual es vertido al drenaje, situación que representa un problema de contaminación del agua y de corrosión en tuberías por su alto nivel de alcalinidad.

Para reutilizar este residuo generado en grandes volúmenes, la investigadora, junto con María del Carmen Valderrama Bravo, académica de la primera multidisciplinaria, y Rosalba Zepeda Bautista, investigadora del Instituto Politécnico Nacional (IPN), diseñaron una alternativa para aprovecharlo en la fertilización de cultivos, particularmente de maíz, una de las gramíneas que más se siembra en el país al ser fundamental en la dieta mexicana y básica para la elaboración de almidones, aceites, edulcorantes, combustibles y diversos productos.

Para elaborar el fertilizante, Domínguez Hernández recolecta el nejayote y le agrega estiércol de especies pecuarias con la finalidad de someterlo a un compostaje aeróbico, técnica que consiste en la degradación con bacterias, hongos y otros microorganismos que necesitan oxígeno.

A través de este proceso logra reducir la alcalinidad (resultado de la nixtamalización), de niveles de pH entre 10.5 y 11 a valores de 6 o 7; con esto el líquido puede utilizarse como fertilizante orgánico y al combinarse con estiércol se incrementa el contenido de nutrientes como nitrógeno, fósforo, potasio, calcio, magnesio, hierro y boro.

Con el uso del fertilizante nejayote estiércol se incrementa la eficiencia energética, ya que se producen 11.8 mega Joules (MJ) por cada MJ consumido, mientras que con un abono sintético se generan 9.1 MJ, lo cual se traduce en importantes beneficios para el medio ambiente, por ejemplo la disminución de la emisión de gases contaminantes y el uso más eficiente de los recursos para la producción.

A nivel productivo, la investigadora explicó que, a diferencia de los fertilizantes químicos, este abono brinda incremento en los rendimientos de 1.3 a 3 toneladas por hectárea y también presenta una ventaja en cuanto a los costos, ya que se obtienen 5.9 pesos por cada peso invertido, mientras que con otros se genera una ganancia de 5.4 pesos.

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