De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, para 2050 habrá más adultos mayores de 65 años de edad, que niños menores de cinco. “El envejecimiento es un factor de riesgo para enfermedades metabólicas, neurodegenerativas y cáncer. A medida que nos hacemos viejos, la disminución de las propiedades funcionales aumenta la vulnerabilidad a la enfermedad y la muerte”.
La investigadora posdoctoral en el Departamento de Fisiología y Biofísica de la Universidad de Washington, en Seattle, Diana Lizbeth de la Cruz Ramírez, aseguró lo anterior al participar en el Seminario de Complejidad y Salud, del Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM.
Según la Federación Americana para la Investigación del Envejecimiento, éste representa el mayor riesgo para padecer cáncer, Alzheimer, enfermedades del corazón, diabetes y demencia. También para enfermedades infecciosas, como la COVID-19.
Explicó que es un proceso que todos experimentamos. Desde el punto de vista biológico, es la consecuencia de la acumulación de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo, que deteriora o disminuye las propiedades funcionales.
La doctora en Ciencias Biomédicas por la Facultad de Medicina de la UNAM recordó que las personas a nivel global envejecen. En 2019 una de cada 12, es decir, nueve por ciento de la población total, era mayor de 65 años. Se estima que en 2050 una de cada seis, 16 por ciento, estará en este rango de edad. Ese sector cada año será más significativo numéricamente; entender sus necesidades a partir del punto de vista clínico y social, es clave para atender sus requerimientos, recalcó la experta.
En su exposición “¿Cómo envejece nuestro sistema nervioso simpático? Un acercamiento desde las neuronas postganglionares”, mencionó que a nivel celular se establece que el envejecimiento es un proceso multicausal; es decir, está implicada más de una variable.
Puede estar determinado por una inestabilidad genómica, disfunción en la síntesis y degradación de proteínas porque las neuronas no puedan censar los nutrientes, disfunción mitocondrial o agotamiento de células madre. También cuando la comunicación intercelular está dañada, detalló la experta.
En su proyecto de investigación actual se busca comprender los mecanismos moleculares y celulares del envejecimiento del sistema nervioso simpático (SNS), “específicamente desde el componente periférico que son las neuronas postganglionares”.
Al respecto abundó: la función del cuerpo está en decremento. La homeostasis -el estado de equilibrio entre los sistemas que se necesitan para sobrevivir y funcionar correctamente- es regulada a través del sistema nervioso, por lo que su estudio es clave para entender, desde una perspectiva global, cómo se da ese proceso.
De la Cruz Ramírez mencionó que el SNS es parte del nervioso autónomo y está relacionado principalmente con las funciones no voluntarias, por ejemplo la dilatación de las pupilas. Además, tiene que ver con la activación del cuerpo para situaciones de estrés, con reacciones de lucha, huida o “congelarse”. Ayuda a manejar el nivel de estrés al modificar nuestra función fisiológica y adaptándonos para sobrellevar esos estímulos.
Se compone del cerebro y la médula, o sea del sistema nervioso central, y una parte periférica: neuronas en los ganglios de la cadena simpática, las cuales inervan directamente en los órganos llamados blancos, como ojos, glándula salival y corazón. Ese sistema regula la secreción de lágrimas y dilata la pupila, además acelera la frecuencia cardiaca e induce la vasoconstricción; inhibe la salivación, la secreción de insulina y la contracción de la vejiga.
Varias de esas funciones se ven afectadas conforme avanza la edad: presentamos ojo seco, que dificulta la visión; reducción en la secreción de la saliva, relacionada con el aumento de caries que lleva a la pérdida de dientes; arritmias e hipertensión; enfermedad inflamatoria intestinal, obesidad y diabetes, o incontinencia urinaria, precisó la científica.
Una de las características del envejecimiento es el incremento de la actividad del sistema simpático; es decir, está más activo conforme nos hacemos viejos.
De la Cruz Ramírez comentó que el SNS tiene neuronas preganglionares en el sistema nervioso central que inervan (alcanzar un órgano o parte del cuerpo) a las que se encuentran en los ganglios, o neuronas postganglionares que, a su vez, inervan a los órganos blancos.
La manera en que la fibra postganglionar se comunica con los órganos es a través de la secreción de un neurotransmisor denominado noradrenalina, cuyos niveles en plasma se incrementan conforme avanza la edad. También es un hecho que su actividad aumenta, las que inervan al corazón, riñón, al páncreas, etcétera.
El envejecimiento está relacionado con la sobreactividad del SNS y la hipótesis que tenemos es que ésta altera la función (propiedades eléctricas) de las neuronas postganglionares en esta etapa de la vida. Estamos demostrando por primera vez que éstas también se ven afectadas conforme tenemos mayor edad, concluyó.