La epopeya educativa del siglo XX es un trecho en el que los mexicanos nos cultivamos, aprendimos a leer y a escribir, la matrícula se feminizó, las mujeres se incorporaron a la universidad y el número de graduados se multiplicó, destacó Hugo Casanova Cardiel, director del Instituto de Investigaciones sobre la Universidad y la Educación (IISUE).
Al participar en la última sesión del curso “La misión de educar, historia de la educación mexicana en el Centenario de la Secretaría de Educación Pública”, organizado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM), el doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación reconoció:
“La educación nacional debe esforzarse mucho más por la sociedad mexicana, la sociedad reclama y merece mucho más de lo que le estamos dando”.
En su charla, el investigador recordó parte de lo que ha sido la educación universitaria en nuestro país, especialmente la labor realizada por Manuel Gómez Morín, José Vasconcelos, Justo Sierra, Antonio Caso, Vicente Lombardo, Guillermo Soberón y Pablo González Casanova.
Expuso que, en sus orígenes, la Universidad Nacional se dirigía a una población muy elitista en un México mayormente analfabeta, a la que, por tanto, asistía la élite y que no tiene nada que ver con lo que se ve hoy en esta casa de estudios.
Las cosas han mejorado, pero aun a inicios del siglo XXI esta cifra llegaba casi al cinco por ciento de los mexicanos con analfabetismo, es decir, hay aproximadamente cuatro millones y medio de personas que no saben leer o escribir. Además, a ellos se suman 32 millones en condiciones de rezago educativo, que no terminaron primaria o secundaria.
En este sentido, Casanova Cardiel se preguntó: ¿Qué significa que cinco millones de personas no sepan leer y escribir? No solo que no podrán leer a Borges, Paz o Fuentes, significa que no pueden leer la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que no pueden leer el código penal o el civil, el nombre de la calle o las instrucciones en la caja de medicinas.