A 40 años de su aparición, es lamentable que prevalezca la discriminación y el estigma social que acompañan a quienes padecen VIH o Sida (el Virus de la Inmunodeficiencia Humana), aseguró César Torres Cruz, Investigador del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG), de la UNAM.
Recordó que en Estados Unidos el VIH se identificó en 1983 como un retrovirus de la familia de los lentivirus, causante de la enfermedad y afirmó que parte de este estigma social se originó porque el padecimiento se presentó primero entre varones que mantenían prácticas homoeróticas, lo cual encendió los focos rojos en las instituciones más conservadoras, como la Iglesia Católica, pero también en la epidemiología y la medicina.
El universitario refirió que “los virus de transmisión sexual son más complicados porque su carga social suele ser muy moral. Se cuestiona a las personas que viven con el virus y se les atribuyen características que conllevan un estigma. Por ejemplo, personas cuyas prácticas sexuales son catalogadas por los sectores conservadores como anómalas o fuera de la norma”.
El especialista aseguró: “con el paso de los años han cambiado ciertas actitudes entre los grupos sociales. Gente muy joven no le tiene miedo al virus, o no existe este pánico moral tan fuerte como en las décadas de 1980 y 1990, porque ahora, aun sin una cura, los fármacos retrovirales son una estrategia eficaz no sólo para extender la vida de quienes viven con el virus, sino para prevenir nuevos casos de VIH”.
Por género, las mujeres heterosexuales se infectan con el virus porque en numerosas ocasiones no pueden pedir a su marido que use condón. Esto está asociado a las altas tasas de violencia machista en el país. Quienes adquieren el VIH suelen ser mujeres pobres, violentadas por el esposo y se infectan en un supuesto ambiente de monogamia.