Hablar de la celebración del Día de Muertos en el Estado de México, nos remite a las tradiciones que, en torno a ello, preservan las cinco etnias originarias, y que ocupan parte del territorio mexiquense.
En este contexto Natalia Melo, antropóloga social compartió su experiencia durante muchos años trabajando de cerca con las comunidades mazahua, matlazinca, tlahuica, nahua y otomí.
“Esta celebración se da desde la época prehispánica, era un elemento básico, cuando alguien moría era enterrado envuelto en un petate y sus familiares organizaban una fiesta con el fin de guiarlo en su recorrido al Mictlán y se le acompañaba de comida que le agradaba en vida, por la creencia de que pudiera llegar a sentir hambre”, refirió.
Para Natalia Melo se hace necesario destacar que en la visión indígena, el Día de Muertos implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en las ofrendas que son colocadas en su honor.
Esta celebración recientemente fue considerada por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pues se caracteriza por ser integradora, representativa y comunitaria, que puede cumplir una función social y reafirma la importancia que tiene el individuo en la sociedad.
“En los altares que se colocan se ven plasmados elementos que forman parte de la cosmovisión indígena, agua, aire, tierra y fuego, que se ven representados en el agua, la sal, la flor de cempasúchil y la cera”, dijo.
Los otomíes se ubican en 21 municipios, tales como Jiquipilco, Toluca, Timilpan, Lerma, Zinacantepec, Xonacatlán, Chapa de Mota, Ocoyoacac y Aculco, entre otros, y como platicó Melo, para ellos “la ofrenda originalmente se colocaba en un petate en el piso, ahora el petate se coloca en las mesas principales, con la fruta de temporada, veladoras, mole, arroz, tamales y bebidas que disfrutaba el difunto”.
La comunidad mazahua se encuentra en 13 municipios como Donato Guerra, El Oro, San Felipe del Progreso, Temascalcingo, San José del Rincón, Jocotitlán, Villa de Allende y Villa Victoria.
“La ofrenda matlazinca tiene varias particularidades, se purifica el espacio antes de colocarla y para ello piden permiso a los cuatro elementos. Está representada por un arco hecho con palma que significa los rayos solares y es como la bienvenida y la entrada de las almas al inframundo”.
Los tlahuicas están asentados en el municipio de Ocuilan en la comunidad de San Juan Atzingo, y para ellos, la abundancia es de suma importancia.
Para los nahuas, quienes están ubicados en 11 municipios, entre ellos, Texcoco, Temascaltepec, Capulhuac y Tenango del Valle, “resulta esencial representar la milpa y se colocan arcos utilizando el maíz como si fuera la entrada de nuestros seres queridos al inframundo, también va acompañada de los alimentos y bebidas que le gustaban al difunto”, finalizó Natalia Melo.