CDMX. 07 de enero de 2019 .- En la búsqueda de entender las alteraciones ocurridas en trastornos psiquiátricos como la anorexia nerviosa, se realizó una investigación enfocada al estudio de las células gliales, que constituyen más de la mitad del cerebro humano.
Si bien las neuronas deberían ser el punto de referencia al hablar del cerebro, las células gliales intervienen activamente en el procesamiento cerebral de la información en el organismo, por lo tanto su disfunción modifica la homeostasis de este órgano.
En resonancias magnéticas realizadas a personas con trastornos alimenticios se ha identificado que ‘ante una restricción calórica severa se dan procesos de neuroinflamación promovidos por las células gliales, los cuales impactan en el hipotálamo’ explicó el profesor Daniel Reyes Haro.
Según las investigaciones realizadas en el Instituto de Neurobiología del campus Juriquilla de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), aún no identifican que sucede a nivel celular, pero lo tratan de resolver con modelos murinos (con ratones o ratas).
Con estas investigaciones con animales se observan estrategias en las que se inhibe la ingesta de alimentos a fin de sobrevivir, como cuando los pingüinos machos son abandonados por sus compañeras y se quedan hasta cuatro meses sin comer, con tal de incubar un huevo; este es un ejemplo de anorexia animal.
“Aquí, la privación de alimento es regulada fisiológicamente como una estrategia adaptativa, lo cual es parte natural de su ciclo de vida. No obstante, en el humano es una conducta alimentaria aberrante”, señaló Reyes Haro.
“En el humano, este trastorno tiene que ver con factores psicológicos no reproducibles en laboratorio, sin embargo, nuestra aproximación experimental en roedores nos permite investigar sobre los mecanismos neurobiológicos asociados a la decisión de no alimentarse, pese a tener hambre”.
La mayoría de los casos de anorexia nerviosa se da en mujeres en la adolescencia, teniendo una disminución de peso acelerada, provocado por el bloqueo del hipotálamo, el cual regula el apetito al provocar el deseo de comer al sentir el estómago vacío.
“Nuestra hipótesis de trabajo es que la disfunción de circuitos sinápticos específicos en la corteza prefrontal y el hipocampo podrían inhibir la función normal del hipotálamo, lo que reduciría el consumo de alimento”.
Las pruebas realizadas con los roedores se basaron en ponerlos en diferentes situaciones con el fin de que ambos grupos padecieran una reducción en la ingesta, sólo que uno de manera “voluntaria” y el otro involuntariamente.
De acuerdo con UNAM Global, el profesor explico que ‘el 70 por ciento de las jóvenes con este trastorno utiliza el ejercicio como complemento para reducir su peso corporal’.
Como resultado encontró la misma reacción por parte de las ratas al tener enfrente una rueda de hámster, la cual usaron con tal intensidad que podrían morir por inanición en menos de una semana.
“Nuestros estudios recientes mostraron que estas células (gliales) incrementan su densidad y se vuelven reactivas ante una restricción calórica, lo que aumenta la producción de citocinas, moléculas pro-inflamatorias que alteran la función normal de los circuitos sinápticos”.
Para Reyes Haro, la investigación sobre el papel de las células gliales en la anorexia es fundamental para entender la neurobiología de este trastorno.
Y deja en claro que ‘ello no implica que hagamos de lado los aspectos psicológicos de esto, sólo es otra forma de abordar e intentar comprender el problema’ que sufren miles de personas en el mundo.
Con información Notimex.