Ciudad Hidalgo, Chiapas. 20 de octubre de 2018.- Dos policías de la Gendarmería Nacional permanecen de guardia en la ribera norte del Río Suchiate. Silenciosos, observan con cierta preocupación cómo decenas de migrantes hondureños alcanzan el lado mexicano de la frontera, prácticamente debajo del Puente Internacional.
Ambos guardias miran hacia el sur, observan el ‘embarcadero’ ubicado en el último punto al norte de Guatemala: la pequeña población de Tecún Umán, famosa entre los lugareños porque ahí no se tolera a los ladrones.
A la distancia, observan cómo los migrantes hondureños que forman parte de la caminata que viene desde Tegucigalpa y San Pedro Sula, han encontrado la alternativa al puente, que permanece cerrado desde el viernes: las balsas donde se puede cruzar por 10 quetzales o 25 pesos mexicanos.
Encaramados en las grandes rocas redondeadas de río, que sirven como barrera contra las subidas del agua, los policías miran pasar a los migrantes, algunos de ellos mojados por haber cruzado a nado; solo miran sin tomar ninguna acción.
El Puente Internacional, donde se han mantenido miles de integrantes de la caravana desde los disturbios del viernes, sigue lleno y cerrado, aunque al mediodía se permitió pasar a varias familias con niños pequeños por acuerdo de los propios migrantes, que pidieron ese gesto humanitario.
Los migrantes y los representantes de organizaciones de la sociedad civil que están aquí para acompañar el éxodo de hondureños, coinciden en que el principal responsable de esta situación es el hambre, la violencia y la falta de oportunidades.
Algunos saben que entre ellos, se camuflan personas que cometieron delitos (incluso graves) en Honduras, pero hay que convivir con ellos y, por supuesto, nadie los denuncia.
Esa misma preocupación la comparte la población civil de Ciudad Hidalgo, de Tapachula, de Tuxtla Gutiérrez, quienes se preguntan si entre los miles de migrantes, puede haber delincuentes peligrosos.
Uno de los policías, sin dejar de mirar hacia el sur, señala con un pequeño movimiento de cabeza a algunos de los recién llegados: ‘no sabemos cuántas de estas personas puedan ser delincuentes…como nadie los revisa’.
Mientras, más y más migrantes han decidido bajar del puente y llegar hasta el ‘embarcadero’ en Tecún Umán, para pasar en balsa, sin documentos y sin cumplir ningún requisito legal a Ciudad Hidalgo, otro paso en su andar hacia Estados Unidos.
Una de ellas es Evelyn, una joven de unos 22 años que, por segunda vez, viene a México desde su natal Tegucigalpa. La primera fue hace cinco años, dice.
“Ahora vine con la caminata, pero me cansé de esperar en el puente y me crucé en la balsa. Ya llevaba ahí esperando nueve días”.
Su primera parada es en ‘Sari Pollo’, un restaurante atendido por su dueña, una mujer guatemalteca que lleva 17 años con el negocio y vive aquí, casada con un mexicano originario del puerto de Veracruz.
Evelyn busca trabajo y argumenta: ‘amo México porque México me ha abierto las puertas ¡México es el país que más me gusta!’, y precisamente por eso ya no se quiere ir, como sus compañeros de caminata. Dice que con encontrar un trabajo aquí, sería feliz.