Redacción Acustik Noticias
Ciudad de México. 02 de junio de 2018.- ¿Qué esconden 102 kilómetros cuadrados de selva en el área maya? Integrantes del Instituto de Investigaciones Antropológicas (IIA) de la UNAM, y de la escuela e instituto nacionales de Antropología e Historia (ENAH e INAH), han realizado un hallazgo sorprendente: debajo de una densa capa de vegetación han podido hacer una aproximación precisa a la estructura arquitectónica del sistema de asentamiento Dzibanché y los centros de Ichkabal y El Cedral, Quintana Roo.
También han detectado vías de comunicación, una auténtica ‘red de carreteras‘ que unía los centros cívico-ceremoniales, además de la infraestructura de producción agrícola que consistía en campos levantados, camellones, albarradas y obras para el almacenamiento de agua en gran escala.
A partir de este nuevo mapa surgen infinidad de preguntas. Por ejemplo, se observan sacbés que conectan Dzibanché, Kinichná y Tutil, más anchos que el Periférico de la Ciudad de México, pero ¿por qué tenían ese tamaño? Asimismo, se aprecia una impresionante infraestructura hidráulica, decenas de aguadas, una de 365 por 375 metros y tres metros de profundidad, para almacenar millones de litros de agua, o unidades domésticas, una tras otra. ¿Cuánta gente habitó la ciudad? Estos son sólo algunos cuestionamientos por resolver.
Con tecnología LIDAR (Light Detection and Ranging), capaz de ‘penetrar’ con pulsos de láser la cubierta vegetal –con árboles de hasta 20 o 30 metros de altura–, ‘hemos visualizado la integración del espacio urbano: unidades habitacionales, infraestructura agrícola y de comunicaciones, edificios relacionados con el poder, todo en una sola imagen’, explicó Gerardo Jiménez Delgado, del IIA.
El uso de esa herramienta promete un cambio paradigmático en la manera de entender las sociedades del México antiguo. Aún más: esta investigación, que incluye el estudio de sistemas agrícolas, podría impactar en el presente, y al entender por qué y cómo los mayas habitaron la región durante varios siglos, aplicar ese conocimiento en la actualidad. La arqueología debe tener una utilidad social, opinó Javier López Camacho, académico de la ENAH.