Palabras de la magistrada presidenta Janine M. Otálora Malassis en el foro: Participación Política de la Juventud Universitaria

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Janine M. Otálora Malassis: El pasado domingo 12 de agosto se conmemoró en todo el mundo el Día Internacional de la Juventud. Por tal motivo, expreso mis mayores felicitaciones a todas las jóvenes y a todos los jóvenes que nos acompañan en este día.

Sin lugar a dudas, la juventud es sinónimo de entusiasmo y de energía; de esperanza y de ideales. Es tal vez la mejor etapa en la vida de cada persona.

Desde 1985, cuando la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas celebró el Año Internacional de la Juventud, los distintos países del mundo han subrayado la importancia de la participación de la juventud en la construcción del futuro de la humanidad, así como en las tareas de cada nación.

Y, sin duda, una de las vías para la participación y contribución de los jóvenes al bien común o al interés general, es a través de la política. Por eso celebro, que el foro lleve por título: Participación Política de la Juventud Universitaria.

Hay que empezar señalando que la participación política de los jóvenes no siempre fue bien vista en nuestro país. Más bien se le veía con recelo, desconfianza y hasta con temor.

A este respecto, hoy quisiera recordar algunas fechas cruciales en las que la participación estudiantil y política de los jóvenes universitarios inquietó al régimen y en las que, de alguna manera, se sembró la semilla democrática que hoy ha germinado.

El primer año que quisiera mencionar es 1929, cuando estalló una huelga estudiantil en la entonces Universidad Nacional de México. Esa huelga estuvo encabezada por la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales y la Escuela Nacional Preparatoria.

Cabe señalar que aquél era un año en el que el régimen dominante, surgido de la Revolución, se hallaba en riesgo: en 1928 había sido asesinado el presidente electo Álvaro Obregón y en 1929 confluyeron conflictos armados como la Cristiada y la rebelión escobarista, así como la campaña electoral para elegir un nuevo presidente de la República, en la que compitieron el candidato oficial Pascual Ortiz Rubio y el candidato opositor José Vasconcelos.

Aunque en un principio la exigencia de los estudiantes iba dirigida a impedir modificaciones en el sistema de calificaciones o el plan de estudios, el movimiento se fue orientando hacia la autonomía universitaria.

Posiblemente por temor a que el movimiento estudiantil alimentara los movimientos opositores al régimen, el Presidente Emilio Portes Gil decidió otorgar la autonomía a la universidad, que pasó así a convertirse en nuestra orgullosa Universidad Nacional Autónoma de México. Desde entonces, la autonomía ha sido un pilar indiscutible de la UNAM.

Sin embargo, algunos universitarios decidieron apoyar a José Vasconcelos en su campaña electoral y en su desafío democrático al régimen. Y poco antes de las elecciones de noviembre de 1929 fue asesinado uno de ellos: Germán de Campo; hecho que impresionó e hirió a muchos de sus amigos como Alejandro Gómez Arias, cabeza del movimiento estudiantil del 29, Adolfo López Mateos, futuro presidente de la República, y el escritor Andrés Henestrosa.

Más tarde, en 1933 y 1934, el Presidente Abelardo L. Rodríguez reabrió el tema de la autonomía universitaria, tratando de desincorporar a la Universidad del presupuesto público y otorgándole un patrimonio restringido para que iniciara su vida independiente.

Campos, Alfonso M. y Juan Molinar H. “El movimiento estudiantil y la autonomía universitaria”. Disponible en: http://www.revistadelauniversidad.unam.mx/ojs_rum/files/journals/1/articles/10849/public/10849-16247-1-PB.pdf

El general obregonista Gonzalo Escobar encabezó una rebelión contra Plutarco Elías Calles por no estar de acuerdo en la designación de Emilio Portes Gil como presidente interino.

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